miércoles, 20 de enero de 2010

Libro


Por la época en que dejamos de vernos estaba planeando la edición de su libro. Era una recopilación de cuentos y relatos varios que había ido escribiendo a lo largo de los años. No me parecían una genialidad, ni mucho menos, pero para él eran diamantes en bruto que fue puliendo borrador tras borrador. Era su ópera prima, y como tal, le inspiraba un deseo irrefrenable de darla a conocer.

La conversión de aquellos escritos en un ejemplar disponible en librerías era casi una utopía, el único modo posible era hacer una impresión por cuenta propia y contratar a alguien que se encargara de la distribución en algún que otro punto de ventas. Se necesitaba dinero, la inversión era importante, para él no era problema.

Me mostró cada uno de los relatos cientos, inifinidad de veces, casi los conocía de memoria. No necesitaba leerlos una vez más, pero me lo pedía con tanta insistencia que no podía negarme, y allí estaba yo, obligada a sorprenderme cada vez.

No supe de su proyecto en mucho tiempo. Cuando volví a verlo me contó que había logrado materializarlo, aunque en los hechos había perdido ya mucho de su magia. Me regaló un ejemplar para mi cumpleaños. No tenía dedicatoria, y no deseaba que la tuviera tampoco. Pasaron algunos días hasta que me decidí a leerlo y a reencontrarme con esas historias. Comprobé que mi percepción no había cambiado demasiado. Eran cuentos de amor, de locura, de muerte. Entre los relatos encontré un texto que no conocía. No fue difícil identificarme en aquellas palabras. No era explícito, pero yo sabía que eso tenía que ver conmigo. Me trajo sentimientos de tristeza, de pérdida, de nostalgia.

-¿Leíste el libro? -Me preguntó al cabo de una semana, o dos.

- Sí -Le respondí escuetamente.

- ¿Qué te pareció?

- Bien. -No quise abundar en precisiones, en realidad no quería hablar del tema. Sabía que para él era importante, y para mí... para mí no dejaba de ser una compilación de relatos acumulados a lo largo del tiempo. No eran obras maestras, pero yo sabía que había algo de mi impronta en cada uno de ellos.

- Hay un cuento que escribí pensando en vos... - me dijo- ¿te diste cuenta?

- Ah... sí, lo ví.

- ¿Y qué te pareció? - me preguntó sin ocultar su ansiedad.

- Bien...

Definitivamente no quería hablar del tema. Eran historias que tenían que ver con nuestra historia, y como tal, ya se habían puesto amarillas. Nada de lo que había allí era real y nosotros ya habíamos perdido noción de cuál era la realidad. No tenía caso.
No recuerdo bien qué me llevó a hacerlo, sólo sé que una tarde puse el libro en la mochila y salí con él sin un rumbo fijo. Casi sin pensarlo, o habíendolo pensado mucho, no había diferencia, saqué el libro y poco a poco fui arrancando sus hojas. A medida que iba encontrando cestos a mi paso, les arrojaba los vestigios de aquellas palabras transformados en rompecabezas que nadie más armaría. "Al fin y al cabo, todo esto no es más que basura", me dije a mí misma.

No sé qué fue de él, nunca más lo volví a ver. Sus palabras se esfumaron en el viento, seguramente estarán reacomodándose en nuevas historias que nunca llegaré a leer.

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