miércoles, 20 de enero de 2010

Libro


Por la época en que dejamos de vernos estaba planeando la edición de su libro. Era una recopilación de cuentos y relatos varios que había ido escribiendo a lo largo de los años. No me parecían una genialidad, ni mucho menos, pero para él eran diamantes en bruto que fue puliendo borrador tras borrador. Era su ópera prima, y como tal, le inspiraba un deseo irrefrenable de darla a conocer.

La conversión de aquellos escritos en un ejemplar disponible en librerías era casi una utopía, el único modo posible era hacer una impresión por cuenta propia y contratar a alguien que se encargara de la distribución en algún que otro punto de ventas. Se necesitaba dinero, la inversión era importante, para él no era problema.

Me mostró cada uno de los relatos cientos, inifinidad de veces, casi los conocía de memoria. No necesitaba leerlos una vez más, pero me lo pedía con tanta insistencia que no podía negarme, y allí estaba yo, obligada a sorprenderme cada vez.

No supe de su proyecto en mucho tiempo. Cuando volví a verlo me contó que había logrado materializarlo, aunque en los hechos había perdido ya mucho de su magia. Me regaló un ejemplar para mi cumpleaños. No tenía dedicatoria, y no deseaba que la tuviera tampoco. Pasaron algunos días hasta que me decidí a leerlo y a reencontrarme con esas historias. Comprobé que mi percepción no había cambiado demasiado. Eran cuentos de amor, de locura, de muerte. Entre los relatos encontré un texto que no conocía. No fue difícil identificarme en aquellas palabras. No era explícito, pero yo sabía que eso tenía que ver conmigo. Me trajo sentimientos de tristeza, de pérdida, de nostalgia.

-¿Leíste el libro? -Me preguntó al cabo de una semana, o dos.

- Sí -Le respondí escuetamente.

- ¿Qué te pareció?

- Bien. -No quise abundar en precisiones, en realidad no quería hablar del tema. Sabía que para él era importante, y para mí... para mí no dejaba de ser una compilación de relatos acumulados a lo largo del tiempo. No eran obras maestras, pero yo sabía que había algo de mi impronta en cada uno de ellos.

- Hay un cuento que escribí pensando en vos... - me dijo- ¿te diste cuenta?

- Ah... sí, lo ví.

- ¿Y qué te pareció? - me preguntó sin ocultar su ansiedad.

- Bien...

Definitivamente no quería hablar del tema. Eran historias que tenían que ver con nuestra historia, y como tal, ya se habían puesto amarillas. Nada de lo que había allí era real y nosotros ya habíamos perdido noción de cuál era la realidad. No tenía caso.
No recuerdo bien qué me llevó a hacerlo, sólo sé que una tarde puse el libro en la mochila y salí con él sin un rumbo fijo. Casi sin pensarlo, o habíendolo pensado mucho, no había diferencia, saqué el libro y poco a poco fui arrancando sus hojas. A medida que iba encontrando cestos a mi paso, les arrojaba los vestigios de aquellas palabras transformados en rompecabezas que nadie más armaría. "Al fin y al cabo, todo esto no es más que basura", me dije a mí misma.

No sé qué fue de él, nunca más lo volví a ver. Sus palabras se esfumaron en el viento, seguramente estarán reacomodándose en nuevas historias que nunca llegaré a leer.

martes, 19 de enero de 2010

Silencio

No dijo nada. Lo miré a los ojos, me miró a su vez. No hubo palabras. No pude evitar el llanto. Miré la tarde gris, las hojas revolvíendose en los árboles y dejándose arrastrar por el viento. La nube de polvo no tardó en levantarse y golpear con fuerza con todo lo que encontraba a su paso. Tantas veces lo había imaginado, y de pronto ahí estaba. Parecía un espejismo del desierto, una alucinación irremediable.
Llegó hasta allí buscando un poco de tranquilidad. Sentía que su cabeza era una máquina de girar a cientos de revoluciones por segundo. No podía con sus recuerdos, lo atormentaban demasiado. Se sintió muchas veces un ser miserable. Otras tantas se sintió incomprendido.
El oleaje del río pegaba cada vez con más fuerza contra las piedras de la costa. Ya no quedaba nadie en el lugar, todos habían huido espantados por el temporal. Cuando lo vi estaba sentado en la orilla. No manifestó sorpresa al verme. No podía creer que lo estuviera viendo. Sólo al cabo de un rato vi deslizarse lentamente las lágrimas en sus ojos. No me dijo nada, tan solo me abrazó. Supe entonces que él estaba allí verdaderamente, que desgraciadamente nunca había muerto y que yo volvía a ser su inefable prisionera.

Nadie

No supe quién era. Su rostro impávido me era familiar, no obstante, no pude recordarlo. Su mirada inquieta me seguía con disimulo. Vi su expresión ruda, sus rasgos tensos, su mirada nostálgica. Me miraba como sin verme. Me incomodaba. Me obsesionaba. Inútilmente buscaba en mi memoria. No podía recordarlo.
Se sentaba a lo lejos pero lo suficientemente cerca para no perderme de vista. No había sitio en el que no estuviera. Era silencioso, como una sombra. Nunca me atreví a hablarle.
Me hice cientos de preguntas. Me detuve en cada detalle. No hubo forma de saber quién era. No me atreví a compartir la intriga con nadie más. En silencio me sentía acompañada por esa mirada constante que apareció un día sin pedir permiso y de la misma manera se fue.
Esta tarde el doctor me dijo algo que no alcancé a comprender. Desde el accidente, todos hablan de demasiadas cosas que nunca llego a entender.

sábado, 16 de enero de 2010

Intruso

Invade, es su naturaleza. Acecha, no sabe de otros métodos. Acorrala. Aturde. Está ahí. Es la amenaza en estado latente. Irrumpe con su barbarie trayendo consigo su ejército de aliados.
Todo estaba en su normal desorden antes de su llegada. El mecanismo de ruptura se activó inmediatamente con su presencia insoportable. Es el rey del lugar, el resto son súbditos a sus pies. La lógica cambia, la dinámica se quiebra. Luchas internas. Clima tenso. Densidad atmosférica. Palabras no dichas. Silencios que lastiman. Gritos. Llantos. Dolor.
El intruso está aquí. Los enemigos íntimos se exilian, el destierro es la única solución.

Irracional

Cuando el corazón late fuerte, cuando la cabeza va a mil revoluciones por minutos. Cuando el mundo no deja de girar y no hay margen para bajar. Los pensamientos fluyen, arman historias, giran también en círculos concéntricos, atormentan, hostigan.
Buscar la paz, una calma momentánea, una distracción inocente. Nada hay inocente en la desesperación. Se pierde el control y no hay frenos para parar. Inventar excusas, pensar, pensar y pensar. Qué decir, qué hacer... sobrevivir.
Asuntos pendientes que golpean por dentro. Una película sin final. Empieza siendo una comedia y termina en un trágico final. Títulos. Sin embargo la secuela no termina allí. Detener la proyección. Cerrar los ojos para no ver. Al abrirlos la escena terrorífica obliga a mirar. Tormentos que enloquecen. Torturas de las que no se puede escapar. Sudar miedo, irracionalidad, angustia. Entrar en el círculo de la vergüenza, la lástima y la humillación. Ocultar. Mentir. Autocompadecimiento. Un secreto llevado a la tumba. Un fantasma. Un acto irracional.

domingo, 10 de enero de 2010

Límite

En qué momento los sueños se vuelven pesadillas. Cuándo el amor se convierte en desamor. Qué hace que una presencia se torne en ausencia. Cómo un siempre se transforma en un nunca, un nunca en un jamás. Cuál es el punto de inflexión donde una risa se hace llanto, y la alegría, tristeza. La esperanza se pierde en el cruce de la desolación y la resignación y la soledad vira hacia la hosquedad. Una palabra se disfraza de puñal, un gesto en un tiro de gracia. El recuerdo se vuelve rencor. En qué instante el deseo se vuelve frustración, y el objetivo una obsesión.
Cómo identificar las fronteras de la metamorfosis donde el presente se hace pasado. El instante exacto en que la oruga se convierte en mariposa. La plenitud se torna decadencia. La consciencia en inconsciencia. El riesgo en error. La certeza en duda. La decisión en egoísmo. La amistad en compañerismo, el compañerismo en distancia, la distacia en olvido. La reflexión se vuelve locura. El miedo, pánico. La confianza, inseguridad. El secreto, infidencia. La lealtad, traición. El sentimiento, dolor. En qué momento lo bueno se vuelve malo, y viceversa.

sábado, 9 de enero de 2010

Búfalo

Dicen los que saben que el búfalo es un animal de características especiales. Hablan de su parsimonia, de su constancia y tenacidad. Su capacidad de trabajo es inagotable, es un emprendedor por naturaleza. Por su tamaño infunde respeto. Suele ser tranquilo si nadie se mete en sus asuntos, pero puede dar pelea frente a cualquier amenaza.
Hay personas que suelen tomar esas características y hacerlas parte de su vida. Así como los bueyes van arrastrando el arado por los campos en los cuales fecundarán los frutos de su trabajo, hay quienes se apropian de ciertos valores y los sostienen a lo largo del tiempo, seguros de que también darán sus frutos. La confianza en su fortaleza, en sus convicciones, en su saber hacer son las que lo llevan a concentrar la energía en resultados positivos. Quizás no sea tan cierto que sea un solitario, forma parte de un todo junto con su campo de cultivo y el arado. Es posible que su experiencia adquirida en otros ámbitos le haya permitido reconocer la importancia del trabajo en equipo y que le haya impulsado a conservarla amparada en un criterio, una idea, un concepto.
No es fácil ser líder. Para algunos es algo natural, otros tienen que aprender. Todo forma parte de un proceso de crecimiento. Contar con un terreno fértil para el crecimiento de la semilla requiere cierto criterio, cierta destreza en la elección del campo. También es importante que la semilla prenda en la tierra y empiece a generar lazos. Mientras la planta crece, la esencia se conserva.
Pero a veces es necesaria la rotación. Cambiar el cultivo o cambiar el campo. Si los resultados son buenos, no hay motivos para cambiar el cultivo, en cambio es más próspero seguir llenando otros campos con las mismas semillas, con los mismos lazos, con los mismos valores. Puede que sea más fácil mantenerse en el mismo territorio y sólo verificar que todo siga su curso natural. Sin embargo, es difícil que eso suceda sin que exista estancamiento. Un buen líder siempre busca un nuevo desafío. Mascar una decisión. Pensarla. Elaborarla. Llevarla a la práctica.
Sentir que hay una nueva fuerza que impulsa, un deseo aún no cumplido, una expectativa que crece. Arriesgarse. En la elección misma hay todo un mérito.
Paso firme. Andar certero. Convicciones que se llevan a cuestas. Elegir un camino. Seguirlo. Tener destreza para cambiar el rumbo si es necesario. Ser un búfalo y querer serlo.

viernes, 8 de enero de 2010

Olvido

Veo una redondez que crece. Desde hace tiempo viene aumentando sus dimensiones. El seguimiento es continuo y cada detalle es un descubrimiento. Acaricia esa panza con movimientos suaves y circulares. Apoya la cabeza y espera sentir algún movimiento brusco. Tiene una sonrisa inmensa. No terminar de ser chico y ya convertirse en padre. Tantos años esperando ese milagro y ahí está creciendo día tras día. Hay una ansiedad latente. Hay proyectos, impulso arrollador.Sucede, simplemente sucede. Un día cualquiera recibís la noticia y ya tu vida toda gira en torno a ese acontecimiento minúsculo y mayúsculo a la vez. Todo lo que quiere está ahí. Nada más importa. Y de vos, quién se acuerda ya de vos...

Muerte

Espero... Hago de cuenta que no, pero espero. Mis pensamientos van, pero siempre vuelven. Miro de reojo, casi sin mirar, pero miro, y nada. Reviso una y otra vez. Nada. No llego a convencerme, sigo esperando. Pienso en una nueva meta, voy corriendo poco a poco la linea final. No quiero. La resistencia sigue vigente a pesar del tiempo.Etapas que culminan, ciclos que se cierran y vuelven a empezar. Que algo cambie para no cambiar, decía Fito en alguna canción. Sentir la desesperación del paso del tiempo y no poder hacer nada para evitarlo. Se escapa, y con él todas las posibilidades. Vacío. Cómo compensar el dolor aún vigente de las heridas. Quedarse sin aire, intentar respirar y sólo sentir la asfixia. Querer abrirse el pecho para poder liberar el alma. Puras fantasías, la realidad es todavía más cruel.Pasa un tren, luego otro, y así sucesivamente. La gente medio dormida y medio despierta padece un insomnio trasnochado que la vuelve torpe, indeseable, errante. Me siento uno más de ellos. Nada cambia. Todo sigue su rutina diaria, y por dentro me muero un poquito más. No importa cuánto lo espere, no llegará. No importa cuánto lo desee, nunca se cumplirá. Perdí el turno, y no puedo volver a comenzar. Todo sigue una lógica que no puedo comprender. Soy como un fantasma que deambula sin encontrar la paz.Vuelvo a mirar. Nada. Sé que es en vano esperar, pero no lo puedo evitar. Sé que no hay más excusas, pero busco una nueva fantasía para huir de la realidad.El reloj de arena se hizo añicos, ya no hay forma de volver el tiempo atrás.Imagino que todo es una pesadilla, pero no puedo volver a la cotidianidad. Todos los espacios, todos los tiempos, todos los recuerdos, todos los sentimientos, todos los proyectos quedaron congelados en un momento que ya nunca volverá. Las preguntas no tienen respuesta. Ni nunca las tendrán. Tu muerte me hiere y aunque lo intente, no te puedo resucitar.

Sólo por hoy

Voy a evitar la ansiedad. Nunca me gustó comerme las uñas, y no voy a hacerlo ahora. Nunca fumé, y nunca ví la necesidad de hacerlo. No bebo, y no encuentro motivos racionales que me indiquen sus beneficios. Me gustan los chocolates, es cierto, pero me disgustan los excesos. En momentos de angustia oral quizás lo dulce me atrape con mayor facilidad. Voy a evitar también eso. No se trata de reemplazar un vicio con otro ni de sacar un clavo con otro.Que mis pensamientos se disparen hacia otros sitios. Que mis proyectos empiecen a hacerse realidad. Sólo por hoy voy a tratar de superar la contradicción. Imaginar otros caminos tal vez me hagan conocer otras geografías y me conduzcan hacia un lugar al que no sé ir. Sólo por hoy no voy a pensar nada más que en hoy. Voy a proponerme metas cortas, alcanzables, que no me llenen de frustración. Es un paso a paso para empezar a caminar despacito e imaginar que alguna vez podré correr. Que no necesito muletas ni bastón, mucho menos una silla de ruedas o una cama que soporte mi postración.Sólo por hoy voy a fantasear con que nunca te he conocido, que un golpe me hace perder la memoria y que puedo volver a empezar. Que tengo la mente en blanco para llenarla de nuevos recuerdos y que hay vida después de vos.Sólo por hoy es la fórmula de la que el mundo se apropió para dejar de fumar, para bajar de peso, para dejar las adicciones. El juego, el alcohol, las sustancias tóxicas, la comida, encuentran su salida de emergencia en un cartel que los guía. Lo demás no importa, no existe. Todo se reduce a un acto simple, un momento de esfuerzo que se multiplica en el suceder de los días. En cada jornada el "sólo por hoy" de la puerta de salida es la clave para iniciar un nuevo camino, un reencuentro con lo propio, con uno, con lo que hay en el interior del ser y con los deseos que se quieren realizar. Es una fórmula simple y quizás por eso a veces falla en su eficacia. Se abandonaron dietas, tratamientos antitabaquismo, etc., etc, etc. Acaso este sea el último de los recursos en esta granja de recuperación donde lo único que espero, es olvidarme de vos.

Ahí donde no estás

Ahi donde no estás hay vacío. Hay silencio. Hay tristeza. Cuándo fue que se nos acabaron las palabras, cómo fue que ya no pudimos mirarnos a los ojos y reconocernos en la mirada del otro. Hay una ausencia constante, un dolor permanente. Hay temas que no puedo escuchar sin recordarte. Hay caricias que no se han borrado de mi piel, hay rastros de cicatrices que me dejaste, hay abrazos que no puedo arrancarme. Extraño tu mano enlazada con la mía. Te llevaste una parte de mi. Ahi donde no estás, también falta mi identidad.Hay esquinas en las que dice prohibido pasar, hay calles cerradas a mi tránsito. Hay deseos reprimidos. Fantasías incumplidas. Películas con finales abiertos. Falsas expectativas. Desolación. Hay cien años de soledad.Donde no estás hay amigos, compañeros, gente que ocupa tus espacios sin llegar a cubrirlos. Hay salidas que prefiero evitar, encuentros que quisiera concretar. La ansiedad de un llamado, un mensaje, un correo, una señal. Fantasmas. No me acompañas en mis fracaso. No festejás mis alegrías.Ahí donde no estás hay fotos que materializan un pasado que fue, recuerdos que se vuelven sepia, que se confunden y se mezclan. Hay espera. Cuándo termina la espera, cuando llega lo esperado o cuando te resignás a que ya no llegará. Hay palabras que me faltan, aliento que necesito. Lágrimas que no se agotan. El tiempo que pasa. Compras compulsivas. Actos irracionales. Pensamientos tormentosos. Necesidad irrefrenable de escribir. Proyectos que no existen. Hay miedo. Hay vida. Hay muerte.Ahi donde no estás, aún estás.

Desolación.

Silencio. Un envase vacío. Una tarde sin sol. Una noche sin luna. Un invierno sin abrigo. Un desierto sin oasis. Domingos híbridos de siempre. Insomnio incontrolable. Pensamientos infinitos, constantes, tortuosos. Preguntas sin respuestas. Ruido insoportable de una canilla que gotea. El sabor desagradable del pan al que se olvidan de colocarle la cantidad necesaria de sal. El estómago hambriento y ni un peso en el bolsillo. Un cumpleaños sin saludos. Un teléfono que no suena. Una navidad sin regalos. Un corte de luz inesperado que dura más de lo deseado. Una gaseosa caliente. Una taza de café frío. Un colectivo que se va cuando estás llegando a la parada. Una palabra no dicha, frases no escuchadas. Una canción que te genera recuerdos. La ausencia permanente. Galletitas húmedas. Un mensaje escrito y borrado muchas veces, un envío no realizado. Una fantasía que se diluye en la nada. Un limón sin exprimir. Boletas sin pagar. Primicias de ayer. Canciones tristes. Auriculares que no funcionan. Celulares sin crédito. Lentitud en la red. Motor sin combustible. Mago sin trucos y a la inversa. Una casa vacía, muebles desvencijados, el paso inevitable del tiempo. La incomprensión en su máxima expresión. Cuentas que no dan. Resultados que no conducen a nada. Espera interminable. La certeza de que no estás.

Capítulo XII. El final definitivo.

Ella lo veía distante. El estaba distante, un cosquilleo incierto lo recorría de pies a cabeza desde hacía unos días. Se sentía confuso. A veces la miraba y se reconocía en ella, otra veces sentía que había perdido la conexión y la veía extraña, desconocida.Ella también estaba distante. Desde la vuelta sólo lo tenía por momentos. Lo reconocía en su risa loca, en su mirada tierna, en sus movimientos endemoniados al ritmo exagerado de la música. Por sus hábitos de lectura nocturno, su pasión por la cocina, sus caricias suaves, sabía que se trataba de la misma persona a la que había amado todo lo que podía recordar que era capaz de amar. Su preocupación por lo superficial, su dependencia de amigos virtuales, los mensajes y llamados misteriosos de números desconocidos o nombres poco frecuentes la hacían dudar. Su indiferencia le hacía darse cuenta que lo había perdido para siempre. Con todo el dolor que la decisión implicaba, se alejó de él. Pero su firmeza nunca era absoluta, y cedía ante la impulsiva y reiterada aparición de él.Nunca era capaz de decirle que no. Se sentía un títere, y ya no sabía si era más infeliz cerca o lejos de él. Sólo cuando se dio cuenta que ella ya no era ella, que él ya no era ni volvería a ser la persona a quien quería, y que él nunca volvería a elegirla, se sintió desoladamente sola. Cada día le costaba una eternidad. Miraba su teléfono infinitas veces por día y aunque con su mirada parecía rogarle que sonara, que vibrara, que hiciera algo, nunca era la señal que esperaba. Volvió a temer encontrarselo en cada calle, en cada esquina, en la entrada del cine, en un bar cualquiera, en los lugares que solían recorrer. Volvió a esperarlo y a desesperarse, a sufrir y llorar en soledad. Pensó que por algún motivo el boomerang le estaba jugando una mala pasada, algo debía haber hecho mal. Estaba segura que él estaba ahora con otra. Lo imaginó armando nuevos planes, conviviendo con ese nuevo fantasma, esperando un hijo, formando una familia. La imagen de su cara sonriente y feliz la torturaba como si fuera una burla constante. Ella, otra vez, se veía humillada y reducida a la nada. Efectivamente él estaba con otra, y no pasó mucho tiempo hasta que la llevó a vivir a su casa, pero no fue por amor, fue por soledad. Más de una vez se arrepintió, pero cuando veía crecer la panza de ella, se sentía cautivo e incapaz de hacer nada. El dinero comenzó a no alcanzarle, y la rutina lo fagocitaba. No era esa la vida que quería para él, pero acaso era lo que merecía. Ella ya no tuvo fuerzas para volver a empezar. No entendió, no supo, no pudo, no soportó. Una conjunción de emociones y sentimientos volvió a confundirla, a aturdirla. Lo amaba, y no podía evitarlo.Ese atardecer se sintió perdida. Su vida no tenía sentido, sus preguntas no tenían respuestas y las respuestas no le servían para encontrar una salida. Ya estaba casi oscuro. Prácticamente no lo dudó. Vio acercarse las enormes luces blancas, escuchó el ruido, pero ella ya estaba ausente.Sólo de vez en cuando él viajaba hacia el conurbano. Le gustaba llamar con ese término al territorio de la provincia de Buenos Aires cercano a la Ciudad, de alguna manera era como establecer una diferencia no sólo geográfica, sino también cultural. Venía de cobrarle una deuda a un cliente. Cuando el tren quedó detenido, puteó como la mayoría de los que estaban a bordo. Maldijo la ocurrencia de quien había elegido ese momento y ese lugar para llevar a cabo su acto final. Llegó a su casa a duras penas. Había viajado muy mal, estaba cansado. Encendió la tele, puso el noticiero. Informaban acerca del accidente. Mientras miraba la pantalla sonó el teléfono. Cuando dieron los datos de la víctima, él estaba en plena conversación. Nunca se enteró que su destino y el de ella se habían unido y separado aquella tarde por última vez. Pasó un tiempo incluso hasta que él volvió a cruzarse con el mensaje de ella en su teléfono. "Te amo, no puedo evitarlo", leyó por última vez antes de pulsar delete.Fin.

Capítulo XI. Reincidencia.

No quiso verlo, tampoco llamarlo. Pero su insistencia fue más fuerte y logró doblegar la decisión de ella.¿Realidad o ficción? Ella no podía creer el juego macabro del destino que otra vez la ponía a prueba y la obligaba a tomar una decisión. Otra vez a romperse la cabeza contra una pared de dudas, mentiras, engaños y no pudiendo dejar de oír a sus sentimientos verdaderos, y mientras tanto, entregarse a la corriente y dejarse llevar por la situación. Un cuestionamiento tras otro. ¿La razón o el corazón?, ¿qué era lo que debía elegir?, y ¿por qué tenía que hacerlo? Estaba tan sola frente a esa situación, nadie más que ella misma podía decidir y no había quién pudiera ayudarla. Ninguna de las recomendaciones que le hicieran parecía abarcarla. ¿Cómo negarse otra oportunidad?Si alguien le hubiera advertido el rumbo de las cosas, probablemente hubiera elegido otro camino. Nada era tan mágico, ni tan fácil, ni tan tierno como podría haber esperado. Increíblemente todo resultó más áspero de lo imaginado. Volver a poner los pies en su casa y encontrarla tan cambiada. Sentir la presencia fantasmal de un pasado reciente. Encontrarse tan fuerte y tan débil al mismo tiempo. Lidiar permanentemente entre la fantasía y la realidad, entre ser y no ser, estar, permanecer, transcurrir, e irse definitivamente. Un recuerdo superpuesto con otro, la comparación inevitable, el dolor permanente.Cuando ella desapareció de la vida de él, es probable que su existencia haya permanecido entre él y su nueva historia aún a pesar de él, aún a pesar de ella, aún a pesar de Romina. Ahora era Romina la que ya no estaba, pero para ella y creía que él, seguía estando. Definitivamente todo resultaba un juego muy perverso donde era difícil identificar a los ganadores y perdedores. Quizás no se tratara de algo tan simple y la situación no se definía en esos términos.El nunca supo por qué Romina se alejó de él. Ella creía que lo había abandonado porque se había dado cuenta que en verdad no lo quería, que tampoco le había resultado fácil ocupar un lugar definitivo en la vida de él, y que él tampoco era dueño de una personalidad simple. El no encontró respuestas y eso lo hacía sentir peor. Romina prefirió recluirse en la religión, en sus familiares y en sus amigos antes de entregar su vida a un proyecto que no la convencía. Cuando el encanto inicial pasó, ella pudo descubrir que no estaba haciendo lo que realmente quería y que no quería realmente a esa persona. Igual le costó tomar la decisión. Apenas unos meses después se sintió afectada por una enfermedad y volvió a llamarlo. El estuvo con ella, pero pasado el susto, volvió a distanciarse.Esa espina clavada no lo dejó en paz, se sentía eternamente en el limbo. Las imágenes se le confundían, sus deseos también. Perdió el eje y se sintió muy solo. Odiaba esa sensación, por eso insistió con volver a su pareja de años. Ella le fue funcional, lo ayudó a salir adelante, lo acompañó, lo abrazó fuertemente. Sin querer iba proyectando cosas, y cuando se daba cuenta que en realidad nada era como antes, volvía a sentirse frustrada. El, entonces, se encargaba de hacerle creer que todo podía ser mejor que antes. Salían a comer afuera, paseaban por los lugares que ya conocían y por otros nuevos. Buscaban reencontrarse con las cosas que los unían y con las que se sentían bien. Volvieron a estar juntos, a planear viajes, a pensar de a dos. Pero no hubo caso, él nunca cumplió sus promesas

Capítulo X. El efecto boomerang.

La vida está regida por leyes. Algunas están escritas, otras están implícitas. Descubrir su existencia comprende la obtención de resultados inesperados, enseñanzas definitivas. Causa y efecto.Allí estaba él, mirando fijamente a través de la ventana. La ciudad desarrollaba su vida rutinariamente, sólo él se sentía fuera del tiempo. Si la eternidad es un instante que está fuera de la realidad, en otra dimensión, en otro plano, ese instante era eterno. Mientras los autos pasaban allá abajo, la gente iba y venía sumergida en su propio trajín, él estaba en suspenso viendo pasar una película. Retazos de su historia, sus anhelos, la gente conocida, los lugares visitados, los planes destrozados, y un dolor intenso en el pecho, pero sobre todo en el orgullo. Por primera vez en mucho tiempo se había entusiasmado plenamente con algo que pensaba podía ser un cambio significativo en su vida. Realmente fue un cambio significativo, pero no de la forma esperada. Se dio media vuelta y miró el interior de su departamento. Era como si recién hubiera abierto los ojos. Lo encontró cambiado. Vio los muebles que tenía, que no eran los que le gustaban pero que los había cambiado como parte del acuerdo, ceder para darle el gusto, esa había sido su política siempre. Miró la decoración más tirando a antigua, cuando siempre había soñado con un departamento de estilo moderno. Había invertido tanto en todo aquello, y finalmente estaba allí, frente a la nada. Sobre la mesa estaba la agenda con todas las cosas que debía hacer. En la computadora estaban las imágenes de las fotos de las últimas vacaciones. Cómo iba a hacer para enfrentar a todo el mundo. Sin dudas, era una prueba muy difícil. Llamó al juez y canceló la fecha. Llamó al salón, y le dijeron que no le podían devolver la seña. Todavía quedaba hacer el reparto de bienes.Fue ella la que llamó para arreglar el retiro de las cosas que había comprado con su dinero para esa causa que tenían en común, pero fue el padre el que pasó a retirarlas. Eso le dolió mucho. Se sintió humillado como nunca antes. Se sintió solo, herido, abandonado. En ese contexto, cómo no iba a añorar su pasado anterior, cómo no iba a sentir que la vida le jugaba una mala pasada. Estaba prácticamente deshecho cuando escribió un breve texto, buscó el número de teléfono, y le mandó un mensaje. Fueron meses intensos, doloroso, de mucha oscuridad. Internamente ella había resuelto secarse las lágrimas y decidirse de una vez por todas a dejar atrás el pasado. En eso estaba cuando su teléfono sonó. Miró con incredulidad el mensaje allí en su aparato. Tantas veces había deseado ese momento. Tantas veces había imaginado una y mil situaciones. Desde lo profundo de su ser había esperado con tanta ilusión que eso sucediera, que no podía creer que por una vez, las cosas le salieran como había esperado. Ahí estaba su mensaje preguntándole si podía llamarla. Se vieron ese mismo día. Ella no entendía muy bien la situación. Y él se ocupó de aclararle que no se había casado, que esa historia había terminado. Le dijo que la extrañaba. Recordaron viejas épocas. La abrazó, la acarició, la quiso besar, pero ella no lo dejó.Fueron dos que eligieron un mismo camino durante mucho tiempo. Luego, jugarreta del destino, errores de ambos, o vaya a saber qué, sobrevino la separación, el desamor. Ella sufrió mucho, el impacto la golpeó de lleno, pero con un poco más de retraso, él no la pasó bien tampoco. Estaban ahí, juntos, café de por medio. Ella no sabía si estaba más contenta porque él había vuelto a buscarla o porque como un boomerang la humillación que ella había sentido, la veía reducida frente a lo que le pasaba a él. Ella sólo tuvo que enfrentarse a sí misma con su propia realidad. El, además, tuvo que desestimar las invitaciones, enfrentar a todos, guardarse su dolor, afrontar la pérdida de dinero, padecer el mal trago y hacer de cuenta que nada importa porque total la vida sigue, esa era la filosofía que había adoptado, y tenía que seguir guardando las apariencias. Como una broma de mal gusto vio ir las olas que se alejaban de la orilla, y las vio regresar. Se sintió confundido. Pensó que había nadado muchos metros más allá, y se dio cuenta que ni siquiera había dejado de hacer pie. Era una ley de la vida. Por violar sus códigos fue condenado. Por el efecto boomerang ahora estaba allí, suplicandole a ella que le conmutara la pena.

Capítulo IX. Romina.

Delgada, pelo largo, estatura normal, llamativa por su carácter extrovertido, por sus curvas, por la femineidad manifiesta en su forma de arreglarse. Divertida, sonriente, alegre. Decidida, delicada, sugerente. Así era Romina. Sus características la ubicaban en un extremo opuesto de lo que él había conocido hasta entonces, y se sintió lógicamente atraído.Romina estaba sola. Venía de fracaso tras fracaso en sus últimas relaciones. El era un viejo conocido. No tenían mucho trato, sólo alguna que otra vez se habían cruzado en algún evento fortuito. Después de mucho tiempo, ya no sabe cómo, no le prestó atención al detalle, pero él reapareció una vez más en su vida. El era tan solidario a veces, que no iba a dejarla sola en un momento de crisis. La invitó a tomar un café. La cita era un lunes por la tarde, era un encuentro desesperado. Nadie se junta un lunes por la tarde. El se arregló para esa ocasión. Buscó en su cajón una de las remeras que más le gustaban, se puso perfume, y se fue nervioso, mintiendo obligaciones. Ya en el lugar se dejó capturar por los ojos inquietos, por el halo de desprotección que la cubría y por su sonrisa. Decidió que se enamoraría de ella en el mismo momento en el que estaba sucediendo.Romina estaba sola. No tenía nada que perder frente a un hombre que se mostraba interesado, que la hacía sentir hermosa, que resaltaba todos sus atributos y que era capaz de patear el tablero para elegirla a ella. Cómo no iba a decidir ella también darse una nueva oportunidad.El le mandaba mensajes con frases de canciones, le escribía extensos correos electrónicos tratando de contarle toda su vida y pidiéndole más datos para conocerla más, para apropiarse cada vez un poquito más de ese ser que quería para sí. Cada día la llamaba para darle los buenos días. Le hacía regalos, la invitaba a salir. La exhibía como un artículo de lujo frente a sus amigos, se sentía en el séptimo cielo.La fantasía no podía ser más intensa. El amor flotaba por todos lados. La vida era posible después de decidirse a pegar el volantazo y cambiar de dirección. Los planes no tardaron en llegar. Romina era la mujer perfecta y él no quería perderla, quería aprovechar cada instante con ella, quería que la vida durara una eternidad y que esa eternidad reprodujera siempre ese instante de felicidad.Romina era amiga de sus amigos. Romina se llevaba bien con su mamá. Romina cocinaba. Romina era alegre. Romina era divertida. Romina era un ángel que cayó del cielo, y él estuvo dispuesto a curarle las heridas. Había perdido tanto tiempo, y ya no quería seguir haciéndolo. Todo lo que no había tenido hasta ahora, lo tenía con Romina, y lo que estaba por venir, sería con ella.Pintar las paredes, cambiar los muebles, reordenar los espacios. En sólo un par de meses los planes de casamiento estaban en marcha. Que la fecha, que la fiesta, que el civil, los invitados, el catering, los regalos, la luna de miel, que el vestido, los padrinos, la iglesia.Entre tantos detalles, habían olvidado en ese mundo idílico las diferencias. El se decía ateo, aunque sus padres lo habían bautizado, le habían hecho tomar la comunión y su madre formara parte de la liga de madres de familia de la iglesia del barrio. Ella dijo ser creyente no practicante de una religión tan conocida como otras, pero con menos adeptos que las más populares. Los planes estaban en marcha. Ya todo estaba medianamente definido, sólo faltaba esperar. Fue cuando las diferencias, empezaron a surgir.

Capítulo VIII. El reencuentro.

Nostalgia, eso era lo que sentía. Entonces no lo había olvidado, pero la época la había vuelto especialmente susceptible. Se apoyó en palabras que le dedicaron, en consejos que decidió seguir. Una forma de encontrar sosiego para una situación que ya nunca iba a volver atrás. Era como arrojar una piedra al mar y dejar que se fundiera en la similitud con otras. No esperaba otra cosa.Sin embargo, como si hubiera estado parada frente a la orilla, la oleada le devolvió la piedra nuevamente a sus pies. Sintió un escalofrío que le llenaba todo el cuerpo de emociones confusas. Cómo no iba a derramar las lágrimas más tristes que corrieron por su cara. Era como un río que nunca se acababa.Era una tarde de sol. Habían pasado varios meses desde la última vez que se vieron. El nerviosismo iba creciendo a medida que cada uno daba uno paso que lo acercaba al otro. Finalmente estuvieron frente a frente. Pero había un abismo entre ellos. Caminaron un par de cuadras manteniendo la distancia. Hablaron en un tono pretendidamente informal. Se preguntaron por sus familias, sus ocupaciones. Ambos buscaron mostrar lo bien que estaban. La mentira los involucraba a los dos en una actitud estúpida para dos que se conocen lo suficientemente bien.Al cabo de varias cuadras empezaron a surgir los reproches, comentarios hirientes, y las miradas directas a los ojos. Después vinieron los abrazos y el llanto conjunto de ambos. Una situación nunca imaginada entre personas que se quisieron durante mucho tiempo, que se odiaron, se humillaron, se lastimaron, y se hirieron con la distancia, la indiferencia, el orgullo, el egoísmo.El extrañaba los abrazos de ella, y también sus caricias, la suavidad de su pelo, su mirada franca y sus chistes tontos. Ella añoraba sus besos, su forma de abrazarla con intensidad, su compañía y la complicidad que los unía en la cotidianidad de sus días. Por breves instantes volvieron a sentirse inseparables. Sin embargo, sólo fue un oasis en medio del desierto de ese día caluroso.Hacía mucho calor, en efecto. Entre las calles sudorosas de una ciudad semi vacía se fueron reencontrando después de mucho tiempo. El intentó besarla en cada esquina, pero ella no lo dejó. Sabía que él estaba en otra historia y que aunque ese momento fuera mágico, nada, nunca, volvería a ser como antes.Estuvieron largo rato juntos. Se dijeron muchas cosas. Se callaron otras tantas. El se fue llorando como nunca antes lo había hecho, ni cuando se separó su grupo favorito, ni cuando volvió a reunirse, ni cuando falleció su padre. Le costó recuperarse de ese momento, y durante días no pudo sacar el recuerdo de ese momento. Se quedó tanto o más confuso que ahora, frente a un simple "te amo, no puedo evitarlo". El mensaje lo remontó también hacia ese día, y también lloró

Capítulo VII. La soledad.

Era invierno, el frío intenso como nunca, la escarcha, apenas un detalle. Caminar rígido, el viento en la cara, la tensión de los músculos contraídos y la sensación de estar paralizado en la vida. Un corazón que de tan herido ya no late. Pensamientos que vuelan pesadamente desde la realidad actual hacia el pretérito imperfecto en que ahora descubría que se había conjugado su vida. No sentía que hubiera proyección hacia el futuro, todo parecía oscuro y sombrío en el horizonte. Dejar que pase el tiempo, no había otra solución. El antídoto era un poco precario, más bien una receta casera que no aseguraba el éxito de la cura. Así se entregó pacientemente a la consciencia de cada fracción de tiempo en el que se dividía el día, de lo penoso de su transcurrir. Pasar una hora, luego otra, un día, una semana, todo el invierno, la primavera... Esperar vanamente que las cosas cambien.Miraba de vez en cuando su teléfono, a veces con esperanza, otras con recelo. En el fondo sabía que nunca iba a llegar el mensaje esperado, que no iba a volver a escuchar su voz en el teléfono. Sin embargo, no podía dejar de esperarlo.Salía a recorrer las calles, lo veía en cada rostro desconocido de la estación del tren, en el propio tren, entre los transeúntes, en los taxis, en los cines, en la salida del teatro, en los bares, en las calles, en todos lados. No eran pocas las ocasiones del día en las que se sorprendía a sí misma creyéndo haberlo visto, deseándo verlo, temiendo el encuentro. Lo deseaba profundamente, pero al mismo tiempo tenía pánico de un encuentro cara a cara. Sabía que no iba a poder recuperarse fácilmente del impacto si ella se lo encontraba acompañado, si él la encontraba nuevamente triste, o si él estaba en una actitud sumamente superada. Todo eso la confundía. Deambulaba todo el tiempo entre el deseo, las ganas, la impaciencia, el extrañamiento, la añoranza, el desamor, la frustración, la crudeza, el orgullo, la humillación, la fragilidad y la ternura.Iguales, patéticamente iguales unos días a otros. Dejar que pase el tiempo, de eso se trataba. Cada día una eternidad. Morir y resucitar al comienzo del nuevo día. Acostumbrarse a la soledad, convivir con el vacío, soportar el silencio y la ausencia, no fue fácil. Una esquina, un gesto, un acontecimiento minúsculo, una frase, un acorde musical, una canción, una letra, todo la remitía de un modo inmediato al pasado, al hombre que había amado.El se sintió en el paraíso. Descubrió que había vida después del pasado. Se sintió lleno de luz, de claridad. Tenía ganas de empezar de nuevo. Se sentía fuerte, vigoroso, inmortal. Cuando se está feliz es fácil sentirse importante y eterno. Salía con frecuencia. Le gustaba ir a un restaurante distinto cada vez, y conoció más de un local de esos que tienen la luz tenue y velitas en las mesas. Cenas románticas que ella tantas veces recordaría, que tantas veces extrañaría y que sin embargo él seguía disfrutando pero con otra. La presentó a su familia, a sus amigos. La hizo su confidente, se desnudo literal y figurativamente frente a ella. Su corazón iba a estallar porque había encontrado la plenitud, una sensación que no recordaba haber conocido antes. Se sentía enamorado, y se sabía correspondido.Casi no pensaba en ella. Era ver a la mujer que tenía a su lado y sentirse orgulloso, jactarse de su elección. Todo lo bueno, todo lo que necesitaba estaba allí. Sólo de tanto en tanto había algún pensamiento furtivo que se disparaba en el tiempo, pero se ocupaba enseguida de retornarlo a su feliz realidad.Ya había perdido demasiado tiempo, y no era bueno hacer esperar a la felicidad. El quiso atraparla, conservarla para siempre en las paredes de su departamento que otra vez volvió a decorar. Deshizo todo lo anterior, y se embarcó de lleno en la nueva aventura. La fortuna no podía ser mayor. En cambio, podía ser peor.

Capítulo VI. La estafa.

El desconcierto haya sido acaso la primera sensación que se manifestó después del impacto de la novedad. No supo qué hacer ni como reaccionar. Extrañamente cuando se cree que no hay más margen para que algo empeore las cosas, el destino se ocupa de que no falten las sorpresas. No fue suficiente con destrozarle el corazón, con tirar abajo el mundo que habían construido. Por algún motivo, él sintió la necesidad de arrasar con todo, con absolutamente todo lo que tenía que ver con ella. Sin embargo, se ocupó muy bien de preservarse y asegurarse el futuro."Eras vos o yo... Y obviamente, me elegí a mi", le dijo al cabo de un tiempo. Esa respuesta no fue lo que ella esperaba, y tampoco le sirvió como argumento para explicar las cosas. Ella no lo conocía de ese modo, y no podía entender por qué todo había sucedido de ese modo. Ya le resultaba difícil seguir herida en lo más profundo de su ser con sentimientos que ella creía eternos, mucho más le costó entender la estafa, el fraude, el robo, la apropiación ilícita, el doble engaño. Cualquiera de las formas que eligiera para llamar el hecho de que él se quedara con lo que le pertenecía a ella no hacía más que aumentar el dolor, la incomprensión, la tristeza y el abismo que ahora los separaba.La falta de respeto fue quizás lo que más le dolió. No tuvo cuidado con ella. No cuidó su imagen frente a los conocidos. No tuvo reparos en elegirse absolutamente en todo y olvidarse de ella entretenido en una nueva circunstancia que lo entusiasmaba más, que lo hacía sentirse liberado y feliz. No estaba dispuesta a soportar más humillación que la que recibió con la suma de sus acciones y con su indiferencia. Cualquier intento que hiciera para lograr una respuesta o un gesto, carecía de sentido, de modo que se alejó definitivamente. No volvió a llamarlo. No volvió a buscarlo, no quiso verlo. Pasaron meses, días eternos que se hicieron insufribles, pero aún así no quiso volver a saber de él.El, por su parte, creyó que una vida nueva comenzaba. Se sentía feliz y ningún atisbo de culpa o remordimiento asomaba en su conciencia. Pero el destino se ocupa de todo, o casi, pero también se ocupó de él.

Capítulo V. El engaño.

No necesitó más que unas palabras para saber la verdad. La suma de actitudes que le fueron dando las pautas de que algo andaba mal entre ellos las había ido captando de a poco. Si no les dio importancia a esas señales fue porque en el fondo se sentía segura, y porque en parte también estaba muy cansada. Más de una vez se despertó pensando si esa era la persona con la que quería estar toda su vida. Muchas veces sintió aburrimiento, otras tantas se sintió abrumada, en ocasiones llegó a sentir que no lo soportaba. No le gustaba que le respirara en la oreja cuando dormían abrazados. No le gustaba el mal aliento que tenía por las mañanas. Odiaba que se metiera los dedos en la nariz mientras miraban alguna película. No podía aguantar los eruptos, que para ella eran una muestra innecesaria de mala educación, falta de cuidado, respeto y delicadeza. No le gustaba que la abrazara con el sudor del verano, no le agradaba que quisiera desvestirla con sus manos heladas en invierno. Por momentos era demasiado sofocante y no le gustaba su eterna mañía de relacionarlo todo con el sexo.Por las mañanas era frecuente que él se levantara y pusiera la música que él quería a todo volumen. No le importaba si ella tenía que estudiar o si tenía que hablar por teléfono, o si simplemente le dolía la cabeza. Con frecuencia se peleaban por la posesión del control remoto, pero él era el dueño de casa, así que la victoria estaba asegurada.Otras veces lo miraba y veía en ese chico grande a un ser enormemente tierno del cual no quería despegarse nunca más. Amaba que la abrazara, se sentía contenida, y era muy feliz cuando tirados en la cama o en el sofá hacían planes e imaginaban el futuro sin dejar de abrazarse. Se moría de ternura cuando él se acurrucaba a su lado y ella le iba acariciando lentamente la cabeza. Jugaban a quererse mucho y para siempre. ´- ¿Me querés? -preguntaba ella.-Sí -aseguraba él.-¿Cuánto me querés?- Un montón!-Nada más que un montón? Y el resto de los montones?- Te quiero todos los montones.- Los montones de qué?- Contá todas las estrellas que existen y todo eso te quiero, todos los montones de estrellas que existen.- Y los montones de estrellas que no existen?- Te quiero todos los montones de estrellas que existen, existieron y existirán siempre.- Ah, bueno, entonces está bien -decía ella conforme.Esos diálogos podian repetirse varias veces al día, y siempre tenían la misma estructura, lo que iba variando era la medida siempre magnánima de manifestar el amor.El la cuidaba, estaba siempre pendiente de ella, buscaba complacerla siempre, y ella se complacía de que así fuera.Convivían en ella contradicciones muy fuertes. No podía imaginarse su vida lejos de él, pero muchas veces pensaba que habría un mundo de posibilidades sin él. Que quizás esa relación no funcionaría, que tal vez él no la quisiera tanto, que quizás fuera ella la que un día tuviera que pegar el portazo. Cuando discutían el mundo entero temblaba porque eran discusiones eternas, porque se cuestionaban todo, porque se lastimaban lo más que podían. Después venía la reconciliación y la calma, y de nuevo a empezar. Tuvieron momentos de turbulencia, pero con el tiempo se fueron conociendo y aceptando. Las peleas eran cada vez más esporádicas. Se entendían bien. Se complementaban. Se amaban. Tenían proyectos en común, y otros de los que preferían no hablar.El quería tener hijos, una familia. Ella tenía pánico de los hijos, no se animaba a formar una familia con él. No se sentía capaz de afrontar ese paso. El se convenció que quizás los hijos no serían una buena idea cuando la situación crítica de la economía hizo tambalear a todo el país. Ambos compartieron la idea de que el mundo era un lugar demasiado cruel para condenar a alguien más a padecerlo.Por esa época estaban viviendo una etapa de tranquilidad. Ella estaba muy concentrada en sus asuntos y casi no tenía tiempo para él. El se fue resignando a eso, y posiblemente haya sido el argumento que le sirvió como excusa. A ella le llamó la atención que él no le insistiera demasiado en ir juntos a la cama, y que la dejara sola as noches mientras él se iba a dormir. Fue una señal de alarma, pero ella prefirió interpretarlo como un rasgo de madurez y respeto de su parte. Después fue juntando unas palabras con otras, una actitud con otra, y en un segundo no le quedaron más cabos sueltos. Ella tenía esa capacidad de asociación que él nunca había entendido ni había sido capaz de descubrir.Cuando ella lo llamó y él le admitió que estaba tomando un café con una amiga, ella no necesitó más para darse cuenta de la gravedad de la situación. Le cortó la comunicación, juntó sus cosas y se fue. La mezcla de sentimientos que tenía en su interior hacían una revolución en su cabeza. En parte se sentía humillada, traicionada, bastardeada y también liberada.Lo que sucedió después fue un arsenal de pensamientos cargados de orgullo, de dolor, de miedo, de pánico, de incomprensión, de desazon, de desamor, de tristeza, de rencor, de soledad, de infelicidad. Emociones encontradas. Deseos enormes de no verlo nunca más, ansias de que todo sea una pesadilla, despertar y encontrarse nuevamente entre sus brazos.Nada fue como ella esperaba. En un abrir y cerrar de ojos el mundo se dio vuelta y ella no supo adaptarse a la nueva dinámica. El, en cambio, vivió una etapa de fantasía que evidentemente no duró toda la eternidad.

Capitulo IV. Antes.

Tenía una familia reducida. Era hijo único, y sus padres podrían haber sido sus abuelos. Casi no tenía otros parientes, sólo un primo que aunque era cercano, siempre había vivido una realidad lo suficientemente distinta como para que formaran mundos aparte. Probablemente estas características familiares le hayan valido lo suficiente como para forjarle una personalidad rebelde. Se consideraba a sí mismo independiente, pero en realidad más que independiente era egoísta. El abismo generacional que tenía con sus padres lo hacía vivir en desfasaje permanente. Le molestaban las preguntas inquisidoras, cuestionadoras, inefables. Odiaba tener que dar explicaciones y sobre todo por duplicado. Cada vez que su madre lo escuchaba entrar o salir siempre le hacía el mismo interrogatorio: ¿a dónde vas? ¿a qué hora volvés? ¿venís a comer? ¿cómo te fue? Antes de que llegara a la puerta nuevamente se enfrentaba a las mismas preguntas, pero esta vez por parte de su padre. No les tenía paciencia, la edad no le resultaban un atenuante y se irritaba con frecuencia.Una mañana de invierno una situación de emergencia lo sorprendió y por más que voló en un taxi rumbo a la clínica que quedaba apenas a unas calles de su casa, no hubo nada que hacer. Probablemente ese haya sido el golpe más duro de su vida. Acaso el hecho de que sus padres hayan dado cuenta de su grandiosa longevidad le hicieron construir el imaginario de que estarían para siempre. La dureza de la realidad hizo estragos en él, y su fortaleza se derrumbó. Durante mucho tiempo se sintió afectado por la pérdida. Al principio iba cada mes al cementerio, luego cada tanto hasta que finalmente dejó de ir. Para él, la vida seguía, y ya no había caso, no tenía sentido seguir yendo.A ella la muerte le daba pánico, los cementerios la llenaban de una sensación extraña que prefería evitar. No le gustaba la tonalidad gris oscura que veía por todos lados, ni la sensación de la muerte acechando por todos lados. Nunca antes había tocado un cajón y rechazaba los velatorios. La noticia del fallecimiento de su padre fue un baldazo de agua fría. La enfrentó con sentimientos muy fuertes. Por un lado ella tenía que estar con él, quería contenerlo, quería cuidarlo. Pero por otro se sentía paralizada por la situación. "El amor y la muerte", pensó. No había opción, en el combo, venían las dos alternativas juntas.Siguieron meses muy difíciles donde él no terminaba de acomodarse a la nueva estructura familiar y se aferró mucho más a su madre. Fue doña Elvira quien lo ayudó a comprar el departamento para que pudiera mudarse, y la que decidió qué departamento iba a comprarse. Fue la que lo asesoró con los muebles, la que le contrató una muchacha para que hiciera la limpieza, la que le sugirió el color de las paredes, la que le llenó la heladera y le lavó la ropa entrando y saliendo de la casa todas las veces que quisiera que para eso tenía su propia llave. A él no le importó nada de eso. Estaba feliz de su nueva adquisición y pensó en un futuro más concreto y posible junto a la persona con la que tanto tiempo habían compartido.La primera vez que la llevó al departamento le tapó los ojos y recién le permitió ver cuando estuvieron en el medio de la sala. Era un dos ambientes bien iluminado, en el décimo piso del contrafrente de un edificio relativamente nuevo. No había muchos arreglos para hacerle. "Este va a ser nuestro nidito de amor", le dijo. Pero no lo fue. A la distancia ella imagina que ese lugar era un poco como el cementerio donde otra vez se juntaban el amor y la muerte. En su memoria lo recuerda todo en la gama del blanco y negro y piensa, como en la canción, que no habrá flores en la tumba del pasado.

Capítulo III. Ambos.

En cada página ella mezclaba anécdotas del viaje, descripción de paisajes y declaraciones que daban cuenta de sus sentimientos confusos y enrevesados. Transcribía su interpretación de gestos, de lecturas entrelíneas de hechos que sucedían y cuya argumentación la encontraba en el conocimiento empírico que tenía acerca de cómo era él y la forma en que ella fue aprendiendo cada una de sus características. El había cambiado, o quizás ella lo veía diferente. La distancia había terminado por convertirlos en algún punto en seres extraños pero conocidos. Esos fantasmas no permitieron ahuyentar prejuicios con respecto a las cosas que no le gustaban a cada uno del otro. No fueron capaces de darse una nueva oportunidad real.Ella siempre reflexiva y meditabunda. El siempre impulsivo y práctico. Muchas veces se complementaban, otras tantas entraban en cortocircuito. Eran como el ying y el yang, vivían su propia armonía y su propia turbación. Pero las fuerzas contrarias acabaron por separarlos.El se preocupaba por lo estético. Siempre quiso ser popular, le importaba caer bien y destacarse siempre llamando la atención. Pero durante su vida con ella, él nunca antes había manifestado preocupación por su imagen. Esta nueva característica de su persona, lejos de alegrarla, le hizo notar que era sólo una señal de que él ya no era el mismo. Los valores que habían compartido se hicieron añicos, como una copa de fino cristal estrellada contra el suelo. Nunca pudieron recomponer ese tesoro que los unió durante tanto tiempo.Sin embargo, había algo que estaba claro entre ambos. El había sido la persona más importante en la vida de ella, y lo seguía siendo. Ella había sido la persona más importante en la vida de él, y no estaba seguro que hubiera dejado de serlo. Por más que quisiera, él no podía desoirla. Muchas veces le había jurado que él iba a estar siempre con ella, y si bien eso no resultó cierto, la verdad es que cada vez que ella lo llamó, él le respondió inmediatamente.Hacía mucho que no tenía noticias de ella. Ya estaba prácticamente desterrada de su vida cotidiana. Pero como otras veces, no pudo dejar de responder a ese Te amo, no puedo evitarlo. El sabía que si ella le había escrito, seguramente era que estaba triste, tan triste como cada vez que se vieron desde la ocasión en que pusieron fin a la relación. El no quería ilusionarla, pero tampoco quería seguir sintiéndose responsable por la tristeza de su corazón. Ahora que ella había venido a invadir nuevamente su ser despertando recuerdos que parecían dormidos, no podía hacer de cuenta que el mensaje no existía. No podía hacer de cuenta que ella no existía.Devolver llamado, esa fue la opción que marcó. El siempre le devolvía un llamado. Ella había pasado todo el día caminando. Se sumergió en cada calle del centro porteño, se perdió entre los diques de Puerto Madero, casi no le quedó espacio por recorrer. Tenía la convicción que mientras más caminara el cansancio le iba a ganar al dolor. Tenía la vista perdida en el agua inquieta y marrón del río cuando sintió la vibración de su teléfono. Lo buscó lentamente y cuando lo tuvo delante de sus ojos, casi se le paralizó el corazón. Era su número. ¿Responder o no responder? Ese era su dilema. Qué iba a decirle él, qué iba a decirle ella. Intermitentemente la pantalla se iluminaba mostrando el número llamante... ella no lo había agendado en sus contactos, pero lo había registrado en el chip de su cabeza. Tuvo miedo. Temió que él le dijera que la llamaba para aclararle que ya basta, que lo olvidara, que estaba en otra sintonía. En breves instantes una colección de imágenes e interrogantes pasaron por su cabeza. El teléfono vibró varias veces hasta que por fin la llamada quedó perdida. Tuvo miedo, mucho miedo. La incertidumbre era mejor que la certeza. No quiso escuchar eso que ella tantas veces había intuido, no quiso sentirse humillada otra vez. La llamada quedó perdida. Ella también.

Capitulo II. El.

Al cabo de un rato se levantó. Dejó la cama revuelta, guardó el teléfono en el bolsillo y fue a la cocina a prepararse algo. Puso la pava en el fuego, mientras esperaba a que el agua llegara a su punto de hervor, buscó una taza y un saquito de té. Cuando abrió la puerta de la alacena vio que todavía había yerba en un paquete ya arrugado en su envoltorio. El no tomaba mate, había comprado ese paquete cuando ella le dijo que quería reemplazar el café por el mate. En esa ocasión, y tan presuroso como siempre, él procuró complacerla y consiguió un mate de cerámica, una bombilla metálica y compró ese paquete de yerba. Desde que ella se fue, nunca nadie más volvió a abrir ese paquete. Sus pensamientos volaron otra vez como un flashback. El tenía la teoría de que mientras hubiera vida había que seguir adelante. Con ese criterio se cuidó siempre de no dejarse apesadumbrar por nada. No fue difícil para él sacarla de su vida, porque la vida sigue y si no da para más, no da para más y punto. Toda la situación le dio nostalgia. De repente, luego de bastante tiempo sin noticias suyas, ahora la tenía otra vez presente en su cabeza. La tenía en su teléfono a través de un mensaje reveladoramente perturbador. Te amo, no puedo evitarlo. Estaba ahora en su alacena a través de un paquete arrugado de yerba mate que seguramente ya debería saber a humedad. Miró a través de la ventana y se perdió en sus pensamientos mientras veía a la gente correr bajo la lluvia, caminar apresurada entre paraguas que se daban vuelta con el viento o se chocaban bajo la vereda angosta. La pava emitió su silbido.La computadora estaba prendida. Un sonido le comunicó que uno de sus contactos quería hablarle. Era su novia actual que estaba en su trabajo y quería saber si ya se había levantado y que le pasara el reporte de lo que había hecho hasta ese momento. No tuvo ganas de responderle. Se sintió acorralado entre el pasado y el presente. Más tarde le contestaría que se estaba bañando y por eso no había podido escribirle antes. No era la primera vez que le mentía. El ya se había acostumbrado a ir dosificando diariamente pequeñas cuotas de mentiras que él consideraba inocentes. En realidad no quería sentirse invadido, y la única alternativa que encontraba era inventar que hacía cosas u ocultar otras para no dejarse atrapar del todo por aquella mujer que mostraba rasgos posesivos.Probablemente no la quería profundamente, seguramente no estaba enamorado. Con el tiempo él entendió que ese sentimiento está más asociado a una expresión de deseo de juventud que a un real entusiasmo por otra persona. En el fondo, no se sentía con capacidad de amar. Se conformaba con sentirse acompañado. Es cierto que fantaseaba a veces con encontrarse en una situación idílica con su pareja, sentirse amado y sentir que su corazón desbordaba de pasión, de locura, de amor. Quería una familia feliz y con varios hijos. Pero sólo era una idealización, internamente sabía que no tenía la madurez para estar al frente de un núcleo que incluyera mujer, hijos y responsabilidades. A veces se sentía muy bien con su chica, pero otras sentía que su relación era más por soledad y por capricho que por amor. Ahora que había recibido un mensaje, que volvía a acordarse de aquella persona con la que tantas veces habían compartido los mismos anhelos, no estaba seguro de ignorar el mensaje y hacer de cuenta como si nada. No estaba seguro de si la vida que tenía era la que realmente quería y si quería a la mujer con la que estaba. Demasiados interrogantes para una mañana gris. No pudo alejar esos pensamientos. Todo ese día estuvo nostálgico y triste. Revolvió unos cajones hasta que encontró el cuaderno de viaje del último viaje que realizaron. Leyó cada una de sus palabras día por día de un viaje de diez días. Revivió emociones, y hasta le pareció escuchar que resonaban en su cabeza y en su corazón aquellas palabras que aparecían allí plasmadas. Fue un viaje casi perfecto, solo que entonces, ya estaban separados.

Capítulo I. Ella.

Estaba sentada en una de las mesas que daban junto a la ventana. Tenía los auriculares puestos, escuchaba sus canciones favoritas una y otra vez y cada una le provocaba un dolor profundo en su interior. Se entregaba a las historias que contaban las letras, se sentía un poco protagonista de cada una de ellas. MIraba a la gente pasar. La lluvia le daba tristeza. La música también. La soledad se le hacía insoportable. A veces derramaba algunas lágrimas. Se escapaba una, luego otra, y de repente salían a borbotones. Las iba secando lentamente con un pañuelo de papel. En los últimos tiempos se había habituado a llevarlos consigo, sabía que cuando los ataques de tristeza la embargaban, no podía evitar contener las lágrimas ni los mocos.Esa mañana gris, como todos los días, pensó en él. Lo extrañaba especialmente. Llevaba una agenda donde iba tachando cada uno de los días que pasaban sin verlo. Cada uno era una especie de logro, porque era animarse a resistir la tentación de buscarlo.Hacía frío. La humedad del ambiente le hizo extrañar los días como esos encerrados en su casa. Ella tenía delante de sí una taza de café a medio terminar y ya bastante fría. Le hubiera encantado una taza de chocolate caliente. Pero sabía que ya no había más de todo aquello. Pensó en la última vez que él la había invitado a su casa, en el chocolate que ella rechazó, y se volvió a arrepentir.Nunca hacía nada que realmente deseara. Y ahora que estaba ahí, sola, triste y extrañandolo, tan sólo a un par de cuadras de la casa de él, pensó en buscarlo. Y si él estaba esperando a que ella lo llamara, y si todavía había una posibilidad. Se hizo muchas preguntas, y las descartó todas porque sabía que las respuestas no eran las que esperaba. Se convenció de que él no la quería, y que si la hubiera extrañado, ya la hubiera buscado. Y si no la buscó, él, que era una de esas personas que no saben estar solas, es porque estaba con otra.Ella tampoco sabía estar sola. El tiempo que pasaron juntos fue suficiente para borrar las huellas de todo lo que hubiera vivido antes de él. Cada día le costaba una eternidad. Cada día sentía que lo quería más. Cada día lo extrañaba de un modo que el dolor parecía no tener fin. Extrañaba sus abrazos, sus caricias, la complicidad que compartían. Amaba que él le cocinara. La vida era más fácil con él. La vida, sin él, ya no era vida.Estaba especialmente sensible aquella mañana. Muchas veces había censurado su propio deseo. Pero ese día no aguantó más. Agarró el teléfono, seleccionó los mensajes, puso crear uno nuevo y escribió. Te amo, no puedo evitarlo. Pensó varias veces antes de presionar send. Para cuando se arrepintió, ya le había llegado la confirmación de entrega. En vano esperó que él la llamara. Se sintió entonces mucho peor, un poco tonta por no controlar el impulso, un poco ilusa por imaginar que él iría a su encuentro, y enormemente arrepentida.Pensó en llamarlo, en disculparse, en decirle que todo había sido un error. Pero no tenía caso. Recogió sus cosas, se levantó y se fue dejando el café ya helado sin terminar. No podía parar de pensar, de odiarse, de llorar. Caminó un par de cuadras sin dirección precisa. Las lágrimas se confundían con la lluvia cada vez más intensa que la iba empapando con rapidez. De golpe reaccionó. Se dio cuenta que había dejado en la mesa del bar su teléfono. Deshizo todo el camino casi corriendo. Cuando entró al bar, el mozo inmediatamente cortó la llamada. Preocupado por devolverle el teléfono a su dueña, marcó el último número del cual había registro de haber generado un contacto. Sin saberlo, marcó el teléfono de él. Ella llegó a tiempo, y por suerte, el mozo no llegó a decir palabra. Si algo podía salir muy mal, en su caso, era infalible.

Introducción

La pantalla se iluminó y después de una breve vibración una frase inquietante traía reminiscencias del pasado. El teléfono estaba tirado sobre la cama deshecha, perdido entre las sábanas. Te amo, no puedo evitarlo. Es todo lo que decía el mensaje. No había firma, aunque no era necesaria. El sabía muy bien quién se lo enviaba. Habían pasado algunos meses desde la última vez que se vieron. El, ahora, ya estaba en otra historia, pero el contenido del sms lo perturbaba. Cuando ella tiempo atrás le confesó que no podía olvidarlo y volvió a susurrar repetidamente "te amo", él simplemente se limitó a decir "no lo hagas". Ella lo intentó. Sin embargo, cada día lo recordaba, cada día lo extrañaba irremediablemente. El nunca más había vuelto a saber de ella hasta el preciso instante en que se apareció a través de un nada simple mensaje. No supo qué contestarle. Se recostó nuevamente sobre su cama revuelta, puso el brazo derecho bajo su cabeza y con la mano izquierda que sostenía el teléfono volvió a buscar el mensaje para releerlo varias veces. Por primera vez en mucho tiempo volvió a pensar en ella.Afuera hacía frío. Se escuchaba al viento jugar con los cables que pegaban contra la pared y las gotas de lluvia se hacían sentir con fuerza sobre los techos de los patios vecinos. Sintió ganas de acurrucarse en su cama, y todavía pensando en ella, recordó la cantidad de veces que la mañana gris los había sorprendido con un panorama similar, tentándolos a pasar el día sumidos entre las sábanas y los abrazos. Después, cuando el estómago les mandaba que era tiempo de salir de ese refugio, se entusiasmaban en la idea de abandonarse a la tentación de una taza de chocolate caliente, de esas que energizan el alma. La última vez que él la había invitado a su casa era un día como ese. La propuesta se la envió mediante un mensaje a su teléfono que resultaba contundente en sí misma. "Querés venir a casa? Hay chocolate con churros". Para ella no sucumbir a la tentación fue difícil, pero entonces, ya las cosas no estaban bien entre ellos. No respondió. No fue. No quiere decir que no se hubiera arrepentido, pero por una vez fue capaz de decirle que no, y eso la hizo sentirse firme en su decisión.El, ahora, estaba en otra historia. ¿Pero era esa la historia que quería? Esa mañana se lo preguntó muchas veces. Tenía todavía el teléfono en la mano cuando recibió una llamada con número desconocido. "Hola... hola", dijo, y sólo recibió como respuesta silencio y un posterior tono de ocupado. ¿Y si fuera ella? Se preguntó, y la idea no dejó de darle vueltas en su cabeza.

No siempre triunfa, solo a veces

Nunca había imaginado una situación parecida. No solía tener actos de arrojo, más bien siempre había sido mesurada y conservadora. No supo entonces, y no lo sabe ahora qué impulsos la llevaban a actuar de esa manera, pero allí estaba, inmóvil por momentos, expectante, temerosa.Ya no recordaba el motivo de la discusión, sus pensamientos habían volado hacia otras latitudes, y se habían enroscado en las secuencias que sucedieron. La esencia se había diluido. Acaso tuviera en su fantasía imágenes de películas o telenovelas donde sin importar lo que suceda, los enamorados siguen siempre enamorados y el amor triunfa por sobre todos los obstáculos. Las escenas más trágicas y dolorosas pueden suceder, pero el amor es infinito y nada pude separar a los amantes que siempre terminan de blanco frente al altar destinados a ser felices y comer perdices. Esa tarde había discutido, y en el fervor y frente a las incongruencias de los argumentos expuestos, había dicho que todo se acababa en ese mismo momento, y se dio media vuelta y se fue. El, también enfurecido, se dio media vuelta en dirección opuesta y ambos se fueron cada uno por su lado con la decisión de nunca más volver a reunirse dejándolo todo en el olvido y maldiciendo el momento en que se conocieron.A poco de caminar los pasos se iban calmando, y el enojo empezaba a disminuir. Unas cuadras más y él ya estaba arrepentido. Sintió ganas de volver sobre sus pasos y pedir disculpas y hacer de cuenta que nada había sucedido. Pero pensó en que ella era menos permeable al sosiego y calculaba que ya estaba seguramente mucho más lejos del punto en el cual se habían distanciado. Se tomó el colectivo y en unos minutos ya estaba en su casa. Todavía estaba un poco nervioso por la situación, dio un par de vueltas más por el departamento. Encendió el equipo de música, la música siempre era un relajo. Miraba de vez en cuando el teléfono esperando que sonara. Cuando no aguantó más la ansiedad levantó el auricular, marcó el número y escuchó la señal de llamada. Del otro lado sólo recibió un frío "tu-tu-tu". Era evidente que ella seguía furiosa y le había cortado directamente. La actitud le molestó aún más por lo que repitió la llamada una, dos, tres, cuatro veces más hasta que por fin le respondió. Hubiera sido mejor que no lo hiciera. Los gritos se filtraron a través del teléfono, y el enojo y nerviosismo crecieron. De nada le valió a él mostrarse conciliador, a ella eso la enojaba más porque sentía que él no la entendía. Estaban en un círculo vicioso del que no podían escapar. Cansado, fue él quien finalizó la llamada. A ella no le gustó que la dejara con la palabra en la boca asi es que lo llamó y le dijo todo lo que pensaba, lo hirió todo lo que pudo destilando todo el veneno del que era capaz. Al otro día la situación se repitió. El llamándola, ella rechazándolo. Al tercer día ella esperaba continuar con la pelea. A esas alturas no recordaba ya ni por qué peleaba, todo se reducía a una cuestión de ego. Pero el tercer día, él no la llamó, el cuarto tampoco, al quinto ella hizo un llamado y el le cortó directamente. Dos días más tarde ella no podía dormir porque comenzaba a arrepentirse, a extrañarlo y porque se daba cuenta de lo innecesario de todo aquello. No sabía cómo arreglar las cosas hasta que una idea se le cruzó por la cabeza. Lo iría a buscar, el tema era cómo, cuándo, dónde. A su casa no porque no correspondia armar escandalo si la situacion se desbordaba nuevamente. La opcion era su trabajo, pero él trabajaba de noche y salía casi una hora antes del momento en que ella tenia que ingresar a la oficina. Era muy arriesgado ir hasta alli, la zona era oscura, era invierno y amanecía bastante tarde, pero ya no soportaba la ansiedad.Esa noche durmió poco. Se levantó muy temprano. Se vistió de la mejor manera que pudo y se arregló como para una cita. Tomó un taxi. Era oscuro todavía y encima había llegado temprano. Había calculado mal el tiempo de viaje, no se dio cuenta que el tráfico es escaso a esa hora y estuvo en el lugar bastante más temprano de lo conveniente. Pero allí estaba. No sabía qué iba a decirle y no sabía si él iba a querer escucharla. Por momentos se sintió ridícula. Tenía miedo a la gente que pasaba por allí, algunos alcoholizados, otros con caras intimidantes. Por momentos caminaba de un lado a otro, impaciente, de a ratos se quedaba quieta mirando en dirección a la entrada al edificio por si lo veía salir. El corazón parecía que iba a estallarle de curiosidad y desesperación, de humillación y de arrepentimiento. No estaba segura qué era exactamente, verdaderamente, lo que la había llevado hasta ahí. ¿Lo amaba realmente? ¿lo extrañaba de veras? ¿podría sobrevivir sin el? No tuvo en ese momento las respuestas. Si se hubiera tratado de un examen, hubiera desaprobado seguro. La ventaja, en ese caso, era la posibilidad de un recuperatorio. Cuando lo vio aparecer allá lejos todavía, sintió unas irrefrenables ganas de desaparecer. Comenzó a avanzar en dirección contraria impulsada por el vértigo y sintiéndose enormemente tonta. Sólo había dado unos pocos pasos y se frenó. Ya estaba ahí, si se iba no se lo perdonaría a sí misma. Lo esperó. Cuando él la vio ahí sola, trémula, audaz, no pudo menos que sentirse reconfortado, inmensamente feliz y no se preocupó por controlar los besos y los abrazos. No hubo necesidad de aclarar nada, se querían.

Lejos

Suena el despertador. Vuelve a sonar. Me cuesta tanto levantarme. Otro dia comienza y ya quiero que termine. Agarro la ropa que se me ocurre para ese dia. Me meto en la ducha y espero que el agua haga correr todo lo que perturbe la memoria de mi ser. Me siento en cámara lenta. Ya se hizo tarde y yo hago todo lentamente. La combinación de colores no me convence. Me siento en la cama y pienso qué otra vestimenta podría utilizar, mientras los minutos pasan. Para cuando me decido el tiempo ya ha volado lo suficiente. Doy muchas vueltas antes de salir de casa. No encuentro monedas, siempre me olvido de conseguir cambio. Recuerdo que había visto una en un rincon, otra que solté en mi bolso, y así voy juntando el peso con diez que necesito. Cuando llego a la estación veo acercarse el tren. Debo correr para alcanzarlo. No tengo ganas, pero como en un acto reflejo siento mis pies correr pesadamente. Alcanzo a subir entre apretujones y respiraciones sofocantes. Otro día comienza y ya quiero que termine. Se parece tanto a otros...Cuarenta y cinco, quizás cincuenta minutos más tarde llego a la estación terminal. Desciendo y cual oveja en un rebaño sigo sin cuestionamientos, inerte, el movimiento de la masa humana que se desplaza en la misma dirección con destino a la salida para combinar con colectivos y subtes. Camino. Sólo unas cuantas cuadras me separan del lugar al que voy. Siento la brisa fresca en mi cara. Apenas puedo vislumbrar que el sol está asomando, por lo demás es un día sombrío. Algo parece estrujarme en el interior de mi pecho. No pasa nada, es sólo una profunda y dolorosa punzada que me acompaña largamente. No voy a tener la suerte de morir en ese mismo instante. La idea me provoca resignación, y pienso, nada va a pasarme, pero si sucediera, ni siquiera vas a enterarte.

No pude

Me hiciste falta. Una vez más me hiciste falta. Me faltó tu insistencia en intentarlo, tu excesiva confianza en mi capacidad. No tuve tu despreocupación por el resultado obvio. Acaso haya sido de las primeras cosas que extrañé de vos. Tu voz en el teléfono diciéndome "tranquila, vos podés". Seguramente no podía entonces tanto como no pude ahora, pero menos podía fallarnos a los dos. Ahora en cambio estaba yo sola para traicionarme, y lo hice. Extrañé tus palabras. Te extraño a vos. Te extraño a cada rato. Y sobre todo la posibilidad de que todo el tiempo me digas "vos podés, confiá en vos". Llamarte desesperada y decirte "no puedo" y no cortar hasta no convencerme de lo contrario. Deshacer cada uno de mis argumentos hasta que ya no hay excusa. Salir de ahí y que me esperes con la merienda y contarte los detalles.Obviamente recordé la primera vez que pisé ese lugar. Fuimos juntos. Me parecía demasiado tiempo el que necesitaba, demasiado lejos, pero tenía ganas de intentar aunque no supiera si iba a resistir todo el tiempo que demandaba la experiencia. Me acompañaste, como lo hacías siempre en esas cosas. No podía ser más trasmano y rebuscado todo, pero allí estabámos. Que había que presentar tales y cuales papeles, que el curso de ingreso, que los horarios, las materias, los cuatrimestres... Me esperabas con una flor el día que confirmamos mi ingreso con el mejor promedio. Me impulsaste a ello, pero me quedé en la mitad del camino.El viaje se me hizo más largo de lo esperado, y no sé cuándo voy a terminar. A veces no tengo ganas, es cierto. No estás y estás al mismo tiempo. Todo lo mío tiene que ver con vos. En tu ausencia también estás ahí. Ya no tengo un objetivo claro. Todos mis planes te involucraban. Ahora no sé por qué lo hago. Sólo lo hago, y lo hago mal.Esta vez no pude. Te necesité. Te vi en los lugares en los que estuvimos, sólo que esta vez estuviste ausente y ya no hubo nadie que me convenciera que podía. Simplemente, no pude.

Cadena perpetua

Sábado a la tarde. Cansancio de toda la semana, especialmente del día anterior. No es excusa, hay una película que quiero ver. En realidad son dos, pero tengo que elegir y me decido por la que he escuchado más comentarios, por la que puedo ver en el cine más cercano, y por la que me sale más económica.Para cuando llego al Gaumont hay una fila larga de gente que espera el horario de ingreso a la sala. Me apuro, saco la entrada de 4 pesos y cuando vuelvo a la cola, ya lleva varios metros más de largo. Allí estoy, sola con mi alma, en una fila de gente mayoritariamente anciana. Durante el día hizo calor pero a esas horas el viento frío ya pronosticaba la lluvia que se desataría por la madrugada. Me siento desolada. Desde que te fuiste tengo pánico de salir, tengo miedo de verte. Me asusta la idea de encontrarte en la misma fila, la misma sala, el mismo lugar en el que yo esté porque sé que no estarás conmigo. Pienso en vos y una lágrima se me escapa. Trato de disimular las siguientes.Lo bueno que tienen los cines antiguos es su amplia capacidad. Por fortuna encuentro una posición que no está tan mal. Apagan las luces y me sumerjo en una historia que no deja de involucrarme.La historia es interesante, técnicamente es atractiva y está muy bien interpretada. Se cruzan historias de amores y pasiones entre inmundicias humanas. En esos enredos andan los protagonistas, en esos enredos anda todo el mundo. Cómo no sentirse parte cuando Darín pregunta ¿cómo es posible vivir con ese vacío durante 25 años? No entiende, no sabe, no supo cómo resolver esa cuestión en su vida.El vacío al que se refiere tiene que ver con la ausencia de un amor, con el desvanecimiento de una ilusión, con el desmoronamiento de los proyectos, con la crudeza de la inacción, y la eterna pasividad de la espera. Cada uno ha resuelto como ha podido el dilema, pero todos tuvieron su condena. Todos se han enfrentado a ese vacío. Y yo me voy con la pregunta. Cómo se hace...???Esa noche te soñé. Estabas distante, y yo era una más entre tanta gente. Cómo se hace para vivir con este vacío? No encontré la respuesta. Sólo desperté muy triste. El vacío estaba conmigo, vos no.

...

Te extraño. Tu silencio me hiere. Tu ausencia me mata. Pasan los días y es como si la tierra te hubiera tragado. No estás en los lugares en los que estoy. No te leo en los mensajes que recibo. Mi telefono no me acerca tu voz al oído. No escucho las palabras que espero y que seguramente pronunciarás aunque yo no sea la destinataria.No quiero esperarte, pero no puedo evitarlo. Los días se hacen eternos. El tiempo no pasa jamás. Alguien se olvidó de apretar play y ahí estoy con imágenes suspendidas. No puedo rebobinar, tampoco puedo hacer trampa y avanzar más rápido. El stop se me hace insoportable.Te fuiste con un simple chau. Me prometiste no privarme de los recuerdos compartidos. Pero te los quedaste. Borraste todo lo que quisiste borrar y le pusiste photoshop a todo lo que se te ocurrió. En cambio, me quedé con las imágenes sepias de un tiempo que ya fue. Fantasías que no puedo distinguir entre la ilusión y la realidad.Cierro los ojos y te veo correr en pantuflas desesperadamente por el medio de la calle. No sé cómo hiciste. Te llamé. No sé lo que te dije, sólo recuerdo que en solo cinco minutos hiciste las veinte cuadras que nos separaban. Y te vi correr hacia mí. Así como estabas saliste de tu casa a mi encuentro. Traías un gran abrazo que me abarcó durante varios minutos. Si hubiera un final para la película de mi vida, hubiera deseado que en ese momento pusieran la música y mandaran los títulos. Te quedaste con todo. Hasta con mis últimos recuerdos.No sé dónde estás. No sé cómo estás. No sé con quién estás. Sólo sé que no estás.Y que te extraño.

El oso

Allí estaba él con su fisonomía exótica. Tierno y llamativo, raro. Un color marrón intenso daba profundidad a su pelaje. Era el típico oso norteamericano, esos que siempre aparecen en las series y dibujos que vemos en la tevé, sólo que más oscuro. Tenía un moño rojo que rodeaba su cuello. Inmóvil, tieso, adorablemente distinto. Un poco feo, un poco lindo... belleza exótica diría un comercial. Lo saqué de su escondite, una oscura bolsa de plástico en la cual estuvo alojado durante mucho tiempo. Lo miré una y otra vez. Lo acaricié, y lo volví a encerrar. Muchas veces quise desprenderme de él, nunca pude.Recuerdos, me traía muchos recuerdos, acaso con la misma mezcolanza de lo lindo y lo feo. Fue lindo el momento en que me lo regaló. Me sorprendió su extraña forma y me llamó mucho la atención. No podría asegurar que me gustó, pero era un tierno oso de peluche, se supone que debía adorarlo inmediatamente. Pero no fue así. Lo miré, lo acaricié como ahora, lo acepté pero con una sensación de extrañeza también. No se lo dije, no quería decepcionarlo. Siempre me provocó la misma sensación... y quizás mi oso de peluche estaba destinado a representar sentimientos encontrados.Fue un regalo de cumpleaños. No recuerdo cuántos cumplía. Sé que momentos más tarde de haberlo recibido lo estaba rechazando por una discusión que terminó arruinándolo todo. Después, cuando la tormenta pasó, me lo devolvió. Lo conservé durante años.Tiempo después vuelvo a sacar al oso de la cueva donde ivernó todo este tiempo. Lo miro y no dejo de sentir nostalgia. En su carita se ve la expresión como de quien sabe que es portador de un perfil particular. Es como si le costara ganarse el afecto, la confianza de quienes lo observan. No le resulta fácil entrar en el corazón de los demás. Lo miro y pienso que no cumple ninguna función, que no puedo seguir conservándolo, que quizás sea tiempo de darle otro destino. Y mientras lo pienso, me arrepiento y mientras me arrepiento lo voy depositando en una bolsa junto a otros animalitos de peluche mucho más adorables. Imagino que los niños podrían jugar con él. Lo pienso deshecho y todo sucio en algún descampado. Me cuesta deshacerme de él. También me cuesta deshacerme de los otros. Pero no tiene sentido que los siga conservando. Pienso en que se acerca el día del niño. Recuerdo un cartel que hablaba de una escuela en Corrientes. Me imagino que los chicos se pelean por él. Un pensamiento atroz fabula con que alguna mano anónima lo rescate de ese destino y lo utilice para generar una nueva conquista. Supongo que alguien podría pensar en sus propios niños. Me resisto a entregarlo. Lo miro y no me convence la idea de que esté haciendo lo correcto. Pero mientras pienso todo esto, lo deposito en una caja junto a otras donaciones. Siento tristeza, si llega a su destino, es posible que ningún chico pueda imaginar todo lo que ese oso significa. Se me escapa alguna lágrima, me cuesta desprenderme de él, pero aún así tengo que hacerlo. A veces, despegarse de las cosas que no nos gustan, también cuesta.

No importa

Ni el frío intenso, ni la lluvia torrencial, ni el viento arremolinado y violento. Ni el sol intenso ni la nubosidad creciente, ni el granizo imprevisible. Si nieva o no nieva. Las calles desiertas, el aglutinamiento, los piquetes, el paro de transportes, las suspensiones y cancelaciones de servicios. El aumento del costo de vida, el colectivo que se va cuando justo estás llegando a la parada. Ni la falta de monedas, ni la escasez de billetes. La inflación, la gripe porcina, la sobrevaluación y el desabastecimiento del alcohol en gel. El cierre de los cines, la cancelación de las funciones teatrales y los espectáculos públicos, las liquidaciones de invierno, las llegadas tardes continuas. Si me olvidé de comprar la sal, si no hay café y este mes no fui al supermercado. Lo que imaginé, lo que soñé, lo que esperé. Los amigos que ya no están, los compañeros que se fueron, los familiares que son los actores secundarios de esta historia. Ni el tiempo perdido, ni el apuro, ni los deseos, los proyectos, los planes. Los viajes que hice, las fotos que saqué, los paisajes que admiré, los lugares que visité. La gente que quise, la que odié, las lágrimas que derramé. Ni los recuerdos que atesoro, ni los que se escaparon. Ni lo que viví ni lo que queda por vivir. Ni el dolor, ni la muerte, ni la tristeza. Ni las palabras dichas ni las no dichas, ni los pensamientos, ni los sentimientos, ni las sensaciones. La primavera, el verano o el otoño. Ninguno de los continentes, de los territorios allende los mares. Ni los libros, ni la música, ni la fantasía, ni la realidad. El día o la noche. Los problemas, las virtudes. Las risas, la nostalgia, la ira, la decepción. Las decisiones acertadas y las erróneas. Vivo por obligación. Nada, ya no me importa absolutamente nada.

Un sueño

Era una noche extraña. Oscura y clara al mismo tiempo. Estaba caminando entre las calles de una ciudad desconocida. Había edificios, pero también algunos espacios abiertos. El cielo estaba teñido de una intensidad como pocas veces había visto. No sé hacia dónde me dirigía, pero estoy segura que iba a algún lugar determinado. Alguien me acompañaba unos pasos más atrás. No hablábamos, pero yo sabía que estaba allí. Creo que era mi mamá la que de repente me pregunta si estaba previsto algún tipo de fenómeno especial para esa noche. Le pregunté por el motivo de su consulta. "Mirá la luna", me dijo. La luna estaba a mis espaldas. Me di vuelta y vi una luna enorme, redonda, brillante que poco a poco se iba tornando rojiza hasta oscurecerse. "Es un eclipse", le dije. El fenómeno me asombró. Nunca había visto algo semejante. Apenas ocurrido el acontecimiento siguieron unos segundos de la más pura y absoluta oscuridad. Luego empezaron a caer infinitos, millones de fragmentos incandescentes que nos inundaron en un instante. Eran como pequeñas bolas de fuego que se apagaban al tomar contacto con el suelo. Era una lluvia de meteoritos. "Pedí deseos", me dijo. Increíblemente tenía ante mi la posibilidad de pedir todos los deseos que quisiera. Uno por cada una de esas pequeñas estrellitas fugaces. Sólo recuerdo que desperté pronunciando tu nombre.

Apariencias

Me río, más que nunca tal vez. Mucho más de lo habitual, seguramente. La ironía que me provoca la risa me hiere, me quema por dentro y necesito hacerla explotar. El sinsentido me desborda, pero no importa, total estoy más allá del bien y del mal. Ya no puedo distinguir si yo soy yo o soy la sombra de lo que fui.Hay quienes se sorprenden, hay quienes se resignan, y hay quienes simplemente me soportan. En el fondo, creo que tienen mayor tolerancia de la que yo misma puedo tener. Me sorprendo, me resigno, simplemente me soporto y es que en realidad es todo lo contrario. Los chistes no me causan gracia (nunca me lan causado), la compañía se me hace necesaria, la verborragia, las reacciones impensadas, los arranques de exabruptos que siempre he controlado, lo único que me generan es sensación de ocultamiento, un vil engaño para el alma.Allí está el corazón chiquitito, estrujado, lleno de agujeritos, fragmentado por todos lados. Late. Aún late. Peor aún, a pesar de todo, siente. El corazón, el alma, el propio ser, todo está minimizado, vulnerado. Hay cierta necesidad de ocultar las heridas en carne viva. "Nadie muere de amor", asegurarán muchos. Seguramente que no. La mayoría debe entregar la vida por desamor. La mía no es la excepción.Nadie tiene por qué saberlo. Es necesario guardar las apariencias después de todo la miseria, no tiene por qué notarse. Son apariencias, y engañan.

Nada

La sensación de vacío es inmensa. Las últimas palabras se agotaron con un simple y convencional "Chau. Cuidate". Y la respuesta esperada "vos también". Eso es todo. No se dio vuelta para mirar, no había justificativo para ello. Era como si un cartel indicador le dijera "siga la flecha, la vida está allá adelante". Lo vi alejarse. Lo miré hasta que su figura se perdió entre la gente.Adiós eterno. Adiós definitivo. Y sin embargo lo espero.

Regreso

Fotos que congelan momentos. Paisajes indescriptibles que se quedarán en la memoria por un tiempo, o se perderán entre tanto desorden con el correr de los días. Imágenes que tal vez no vuelva a ver, quizá si. Un oasis en medio de tanto desierto... una compañía fugaz entre tanta soledad... Una realidad virtual.Con más interrogantes que respuestas, me fui buscando no sé qué. Seguramente escapar de la rutina, alejarme de un trabajo abrumadoramente fatigante, una picadora de carne que no discrimina y explota a todos por igual. Vivir una fantasía, convencerme de una realidad, asumir un vacío latente, aceptar que no hay nada más.El mientras tanto fue en parte maravilloso, pero también cruel y desesperante. No hay peor cosa que la sensación de lo inevitable ¿o si? No se puede tapar el sol con un dedo, y sin embargo uno lo sigue intentando. Las burbujas se explotan al cabo de un rato y la magia desaparece. Eso es inevitable. El vacío que queda también. Cómo imaginar que las cosas pueden ser de otra manera si al fin y al cabo la magia siempre desaparece y con ella la fascinación, la credibilidad, la sorpresa.Allí está uno creyendose especial por vivir un momento único, sintiéndose merecedor de todo el placer del mundo que para algo se rompe el alma cada uno de los días de su vida. La recompensa parece estar en todas partes: un mar azul intenso, un día de sol brillante, médanos enormes de arena clara, ballenas saltando frente a la costa, un viento frío y suave que acaricia la cara y juega incansablemente con el pelo, un aire intenso que se mete profundamente en los pulmones renovando la sensación de estar vivo, y un desafío nuevo en cada momento: que el buceo, que pedalear 40 kms entre ida y vuelta, que descubrir los mejores lugares, que experimentar la sensación de la libertad, que verse pequeño frente a la inmensidad de la nada. La nada entiéndase como la inmensidad del mar, la inmensidad del cielo, el viento envolvente, la estepa infinita, el silencio y nadie (o casi nadie) alrededor. Cómo no sentirse Héctor Alterio gritando a los cuatro vientos "la puta que vale la pena estar vivo".Una de cal... dos de arena. Porque entre tanta cosa bella, tantas sensaciones indescriptibles aparecen siempre esas señales de alerta que nos avisan que todo eso es temporario, fugaz, finito. La desconfianza domina la situación y ya no se puede creer en lo que se creía. No alcanza con ver para creer porque la visión puede estar distorsionada y el precio a pagar se torna luego elevado.Toda película llega a su fin. Toda fantasía también. La mía es una de esas pelis que no tienen grandes libretos, no tienen grandes actuaciones, podría ser una comedia de enredos, pero es un melodrama barato que alcanza para secarse algunas lágrimas antes de que pasen los títulos y enciendan las luces. Una comedia dramática para el olvido a la que se accede como excusa para disfrutar de los pochoclos.Aquí estoy, de regreso, con más certezas que interrogantes: Estoy de vuelta, otra vez la rutina, otra vez la incertidumbre y la locura de un trabajo insalubre, otra vez las obligaciones. Otra burbuja que se rompe. Un abismo infinito y la certidumbre de que ya no hay más nada... ¿y ahora qué?"La puta que vale la pena estar vivo"... ¿vale la pena?

Viaje

Comenzó mucho antes de empezar. No lo planifiqué, pero lo desee muchas veces. Quizá no es la forma, no son las circunstancias, no es el destino, pero es con quién. ¿Es que acaso no importa nada más? Sí, importan muchas cosas más. Importa el abismo infranqueable, el vacío imborrable, la soledad inevitable, la tristeza infinita, el desapego irremediable. Demasiados peajes. Pasaporte abierto hacia el final del destino. Cuántas veces de chicos imaginamos que es imposible llegar al final del arco iris a menos que se tengan poderes mágicos. Cuántas veces de grandes pensamos que el final de una historia es inabarcable. Y, valga la redundancia, finalmente se llega. Veo la meta. Así como un atleta atraviesa con esfuerzo las distancias que lo separan de la cinta que indica la llegada, me veo fatigada, abrumada, corriendo para cruzar definitivamente esa barrera. Las imágenes me pasan una a una frente a mis ojos, es como una especie de muerte. Hay dolor, es cierto. Pero no deja de haber cierto alivio. No sé si me muero yo o te morís vos. He muerto y resucitado tantas veces.Te he matado y has reencarnado tantas otras ... sin embargo, esta parece ser definitiva.Es la agonía, la mejoría antes de la muerte. Es un viaje de egresados. Salgo de tu vida. Salís de la mía. No habrá portazos. Simplemente ya no estaré donde estés. Mi viaje terminó antes de que pudiera partir. Y sé que no voy a volver.

Alucinación

No estás. Te fuiste un día. ¿O tal vez me fui yo? Ya no lo recuerdo. Y creo que ya no tiene caso recordarlo. Te extrañaba desde antes. Me pregunto si fuiste real o sólo producto de mi imaginación. Quizás nunca exististe. ¿Y si como en una película cuyo nombre no viene a mi memoria, y tampoco al caso, un día descubro que sos tan real como los sueños? Inevitable pensar en una enfermedad mal curada por haber sido mal tratada, un remedio que era para otra cosa nunca iba a curarme las heridas.Divago. Pienso en una y otra cosa. Pienso una y mil veces en vos. De tanto pensar creo que a veces te hacés real. Me buscás, me seguís, me torturás, me amargás, me enternecés, me enloquecés. Así tan pronto como das alguna señal, de repente desaparecés. Te busco entonces en cada rincón, en cada gesto, en cada mirada. Te encuentro siempre en mi memoria.Cuántas veces he visto caer las hojas de los árboles, cuántas primaveras renacieron cada vez. Recuerdo épocas de frío intenso y calores insufribles. Tanto, tanto, tanto tiempo. Creo que he vivido siempre, creo que no muero nunca. Es como un castigo, porque vos estás ahí. No puedo verte. No puedo tocarte tampoco, pero sé que estás ahí.Cuando la encontraron, la carta estaba intacta. No vieron a nadie más en la habitación. Sólo el cuerpo martirizado a puñaladas que a pesar de ser intensas, no pudieron arrancarle el fantasma que habitaba nadie sabe si en su mente o en su corazón.

La buena pipa

Una vuelta. Al principio tiene emoción, entusiasma, divierte. La segunda ya es de goloso. Ni hablar de la tercera y cuarta. Saludar en cada vuelta, pasar y esperar volver a los mismos lugares, las mismas miradas, la misma gente. Saber que todo empieza y se reinicia cada vez.Ya quería bajarme cuando el señor regordete y amable me ofreció la sortija. Y cómo decirle que no? Si está ahí, servida en bandeja. Prolongar el momento una vuelta más... qué más da.Pero ya no es lo mismo. Hasta ahora no había advertido lo extensos que me resultaban los dos minutos que dura la vuelta. El precio me parece alto, a decir verdad. No me causa gracia ni el caballito que sube y baja, ni las luces coloridas que iluminan la calesita. Solamente me quiero bajar.

Deseo

Vivía en un paraje al que no había forma de llegar a menos que fuera en tren. Desde que tenía memoria se había acostumbrado al ferrocarril como parte de su paisaje cotidiano. Durante los años de su infancia el viaje en ese medio de transporte constituía el evento más apasionante que podía existir. Trascender los limites de la cotidianeidad, ir más allá de lo que recordaba la imaginación, iniciar una aventura excitante y diferente. Porque siempre era diferente. Entonces las cosas eran distintas.Cuando el paso del tiempo hizo necesario adquirir otras obligaciones, el ir y venir desde el centro de la ciudad hasta su pequeña localidad fue una constante. Su vida circulaba en ambos sentidos. En cada extremo tenía retazos de su ser. Se acostumbró a todo. Los apretujones, las demoras, los accidentes, las cancelaciones, los vendedores ambulantes, los molinetes, las peleas feroces por un asiento, los punguistas, los molestos, los irrespetuosos, los mendigos. La mugre, el abandono, la falta de mantenimiento, los hinchas de futbol, las troupes de fanáticos de alguna banda de rock, los predicadores, las caras sospechosas, los alcoholizados, los sin techo que buscaban el refugio de un vagón para dormir impunemente entre la masa de pasajeros atormentados. Se acostumbró al calor infernal en los días insufribles del verano, a los vidrios rotos que dejaban colar el aire frío y la lluvia durante el invierno. Alguna vez intentó calcular cuánto tiempo de su existencia había dedicado y dedicaría en el futuro a sus viajes en tren. Abandonó el razonamiento en la mitad, concluyó que el resultado iba a ser deprimente.La naturalidad con la que pasaba sus días entre las estaciones de inicio y fin de su trayecto fue la misma con la que tomó como cierta la afirmación que le hicieron. Alguien alguna vez le dijo que pedir un deseo cada vez que pasa un tren hace que la posibilidad de concretarlo esté más cerca. Reflexionó un rato sobre ello, y se consideró afortunado porque de alguna manera el destino, la buenaventura o lo que fuera, le habían deparado una vida abundante en posibilidades de concretar aquellos anhelos que quisiera.Al principio pedía de todo. Ante cada tren tenía un deseo distinto. Nunca supo si se concretaron o no, porque olvidaba sus deseos con la misma fugacidad con la que se le ocurrían. Con el tiempo perfeccionó su técnica. No daba lo mismo si era un tren de pasajeros de corta, media o larga distancia, tampoco si era una máquina a vapor o si era eléctrico, mucho menos si se trataba de un carguero. Cuantos más vagones tuviera, mucho mejor aún.En cada viaje de ida y de vuelta diariamente se cruzaba con unos veinte trenes que circulaban en ambas direcciones. Frente al transcurrir de cada uno de ellos había una solicitud distinta: aprobar un examen, comprarse el libro de su autor favorito, conseguir trabajo, llegar a tiempo para ver la película en el cine, que el resfrío se curase de una buena vez, tener su propio departamento, recibir un llamado, conseguir un descuento, y tantas banalidades más. No sé si fue el paso de los años, la madurez, la soledad o la tristeza. Lo cierto es que poco a poco comenzó a despojarse de aquellos anhelos fútiles. Se dio cuenta que sólo una cosa quería. Miraba los trenes, los veía pasar, los esperaba, los necesitaba. Se obsesionó. Más trenes veía, más quería ver porque necesitaba sentir que mientras más trenes concurrieran a su pedido, más posibilidades había de que el sentido de su vida cambiara para siempre.Con el tiempo se resignó. Procuró olvidarse, no prestarles atención. Pero no pudo. Aunque trató de restarles importancia, mentalmente seguía pidiendo su deseo. Le indignaba sentirse estafado. Toda una vida viendo ir y venir trenes, entregándole horas eternas de su existencia para que el ingrato ferrocarril se llevara en cada viaje parte de sus esperanzas hasta dejarlo desolado.Había veces que se sentía dividido entre dos trenes que circulaban en sentido contrario. Esa sensación lo impresionaba especialmente. No había otra instancia en la que se sintiera tan fuera de sí, tan vulnerable como en esos momentos. Era como si una parte de su vida avanzara y la otra retrocediera. También se acostumbró a esa sensación de vacío. Cuando ya no queda nada, no hay nada que perder. Con esa filosofía y su andar cansino, a diario caminaba un largo trecho desde su casa hasta la estación. Pasaba sus horas viendo pasar el tren. Conocía sus horarios, palpitaba la vibración del suelo, reconocía la música de su vaivén, adivinaba a lo lejos su bocina. Se emocionaba frente a su cercanía. Más de una vez dejó escapar alguna lágrima mientras repetía para sus adentros su deseo. Dicen los testigos que su corazón se detuvo cuando el último vagón del ferroexpreso pampeano pasó a toda velocidad dejando una estela de humo, tierra y viento. Nadie sabe qué pidió, sólo se sabe que lo que haya sido, nunca se cumplió.

SMS

Estaba pendiente de él. Trataba de pensar en otras cosas, ocuparme de mis tareas, continuar como si nada. Su presencia me perturbaba porque quería olvidarlo y sin embargo no podía dejar de esperar alguna señal.Lo miré muchas veces. Lo traté con desprecio incluso, quise hacerle notar que no era importante para mí. Nunca fui buena para las mentiras, y ni hablar de la actuación. Con cualquier excusa le dirigía una que otra mirada de reojo. Pero su respuesta era mucho más hiriente de lo que yo pretendía ser para él. Estaba persistentemente impávido, inmune frente a mi desolación. Creo que jugaba con mi ansiedad y se regocijaba con mi desesperación. Estaba casi tirado, símbolo de un disimulado desinterés. Abandonado a su suerte, que no obstante, no me permitía dejar de vigilar. No sé cuánto tiempo estuve expectante de algún indicio que me ayudara a calmar la angustia, a aliviar mi alma.Casi mágicamente escuché un sonido tenue. Lo ví moverse con insistencia. Por fin, después de una prolongada agonía recibía una alerta. El corazón se me paralizó por un instante, y luego bombeó con una fuerza creciente. Me puse nerviosa, y en tres segundos pasaron por mi cabeza millones de pensamientos. Traté de controlar el impulso y cuando me sentí calma, tuve coraje para tomarlo entre mis manos y mirarlo bien de cerca. Es increíble como el ser humano se acostumbra a todo, también a la decepción. Una vez más, las acciones de mis expectativas se derrumbaron. Este tampoco era el mensaje que esperaba.

Persistencia

Puedo dejar todo. Con dolor, con resignación, con culpa. Como las capas de la cebolla, puedo ir desprendiéndome una a una de las cosas que me rodean. Pero con vos las cosas son distintas.Me deshice de las fotos. Borré recuerdos. Dejé cursos. Perdí horas de sueño. Desterré pensamientos. Abandoné la terapia. Me alejé de viejas amistades. Me ausenté de mi casa. Me quedé sin habla. Resigné materias. Paralicé proyectos. Me olvidé de mi familia. Descuidé mi salud. Me quedé sin sueños. Me morí en vida. Pude olvidarme de todo. Con angustia, con tristeza, con desesperación. Perdí capacidad de escritura. Adquirí la habilidad de vivir sin expectativas. Me quedé sin dinero. Perdí la iniciativa. Me abrumó la confusión. Me olvidé del inglés. Anulé viajes. Postergué el portugués. Cambié hábitos. Perdí la costumbre. Me volví incrédula, insegura. Ya no tengo fe. Me jactaba de mi tenacidad. Pero ya no tengo ni jactancia ni tenacidad. Pude dejar todo. Pero con vos no puedo.