viernes, 8 de enero de 2010

Capítulo X. El efecto boomerang.

La vida está regida por leyes. Algunas están escritas, otras están implícitas. Descubrir su existencia comprende la obtención de resultados inesperados, enseñanzas definitivas. Causa y efecto.Allí estaba él, mirando fijamente a través de la ventana. La ciudad desarrollaba su vida rutinariamente, sólo él se sentía fuera del tiempo. Si la eternidad es un instante que está fuera de la realidad, en otra dimensión, en otro plano, ese instante era eterno. Mientras los autos pasaban allá abajo, la gente iba y venía sumergida en su propio trajín, él estaba en suspenso viendo pasar una película. Retazos de su historia, sus anhelos, la gente conocida, los lugares visitados, los planes destrozados, y un dolor intenso en el pecho, pero sobre todo en el orgullo. Por primera vez en mucho tiempo se había entusiasmado plenamente con algo que pensaba podía ser un cambio significativo en su vida. Realmente fue un cambio significativo, pero no de la forma esperada. Se dio media vuelta y miró el interior de su departamento. Era como si recién hubiera abierto los ojos. Lo encontró cambiado. Vio los muebles que tenía, que no eran los que le gustaban pero que los había cambiado como parte del acuerdo, ceder para darle el gusto, esa había sido su política siempre. Miró la decoración más tirando a antigua, cuando siempre había soñado con un departamento de estilo moderno. Había invertido tanto en todo aquello, y finalmente estaba allí, frente a la nada. Sobre la mesa estaba la agenda con todas las cosas que debía hacer. En la computadora estaban las imágenes de las fotos de las últimas vacaciones. Cómo iba a hacer para enfrentar a todo el mundo. Sin dudas, era una prueba muy difícil. Llamó al juez y canceló la fecha. Llamó al salón, y le dijeron que no le podían devolver la seña. Todavía quedaba hacer el reparto de bienes.Fue ella la que llamó para arreglar el retiro de las cosas que había comprado con su dinero para esa causa que tenían en común, pero fue el padre el que pasó a retirarlas. Eso le dolió mucho. Se sintió humillado como nunca antes. Se sintió solo, herido, abandonado. En ese contexto, cómo no iba a añorar su pasado anterior, cómo no iba a sentir que la vida le jugaba una mala pasada. Estaba prácticamente deshecho cuando escribió un breve texto, buscó el número de teléfono, y le mandó un mensaje. Fueron meses intensos, doloroso, de mucha oscuridad. Internamente ella había resuelto secarse las lágrimas y decidirse de una vez por todas a dejar atrás el pasado. En eso estaba cuando su teléfono sonó. Miró con incredulidad el mensaje allí en su aparato. Tantas veces había deseado ese momento. Tantas veces había imaginado una y mil situaciones. Desde lo profundo de su ser había esperado con tanta ilusión que eso sucediera, que no podía creer que por una vez, las cosas le salieran como había esperado. Ahí estaba su mensaje preguntándole si podía llamarla. Se vieron ese mismo día. Ella no entendía muy bien la situación. Y él se ocupó de aclararle que no se había casado, que esa historia había terminado. Le dijo que la extrañaba. Recordaron viejas épocas. La abrazó, la acarició, la quiso besar, pero ella no lo dejó.Fueron dos que eligieron un mismo camino durante mucho tiempo. Luego, jugarreta del destino, errores de ambos, o vaya a saber qué, sobrevino la separación, el desamor. Ella sufrió mucho, el impacto la golpeó de lleno, pero con un poco más de retraso, él no la pasó bien tampoco. Estaban ahí, juntos, café de por medio. Ella no sabía si estaba más contenta porque él había vuelto a buscarla o porque como un boomerang la humillación que ella había sentido, la veía reducida frente a lo que le pasaba a él. Ella sólo tuvo que enfrentarse a sí misma con su propia realidad. El, además, tuvo que desestimar las invitaciones, enfrentar a todos, guardarse su dolor, afrontar la pérdida de dinero, padecer el mal trago y hacer de cuenta que nada importa porque total la vida sigue, esa era la filosofía que había adoptado, y tenía que seguir guardando las apariencias. Como una broma de mal gusto vio ir las olas que se alejaban de la orilla, y las vio regresar. Se sintió confundido. Pensó que había nadado muchos metros más allá, y se dio cuenta que ni siquiera había dejado de hacer pie. Era una ley de la vida. Por violar sus códigos fue condenado. Por el efecto boomerang ahora estaba allí, suplicandole a ella que le conmutara la pena.

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