viernes, 8 de enero de 2010

La buena pipa

Una vuelta. Al principio tiene emoción, entusiasma, divierte. La segunda ya es de goloso. Ni hablar de la tercera y cuarta. Saludar en cada vuelta, pasar y esperar volver a los mismos lugares, las mismas miradas, la misma gente. Saber que todo empieza y se reinicia cada vez.Ya quería bajarme cuando el señor regordete y amable me ofreció la sortija. Y cómo decirle que no? Si está ahí, servida en bandeja. Prolongar el momento una vuelta más... qué más da.Pero ya no es lo mismo. Hasta ahora no había advertido lo extensos que me resultaban los dos minutos que dura la vuelta. El precio me parece alto, a decir verdad. No me causa gracia ni el caballito que sube y baja, ni las luces coloridas que iluminan la calesita. Solamente me quiero bajar.

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