viernes, 8 de enero de 2010

Capítulo VIII. El reencuentro.

Nostalgia, eso era lo que sentía. Entonces no lo había olvidado, pero la época la había vuelto especialmente susceptible. Se apoyó en palabras que le dedicaron, en consejos que decidió seguir. Una forma de encontrar sosiego para una situación que ya nunca iba a volver atrás. Era como arrojar una piedra al mar y dejar que se fundiera en la similitud con otras. No esperaba otra cosa.Sin embargo, como si hubiera estado parada frente a la orilla, la oleada le devolvió la piedra nuevamente a sus pies. Sintió un escalofrío que le llenaba todo el cuerpo de emociones confusas. Cómo no iba a derramar las lágrimas más tristes que corrieron por su cara. Era como un río que nunca se acababa.Era una tarde de sol. Habían pasado varios meses desde la última vez que se vieron. El nerviosismo iba creciendo a medida que cada uno daba uno paso que lo acercaba al otro. Finalmente estuvieron frente a frente. Pero había un abismo entre ellos. Caminaron un par de cuadras manteniendo la distancia. Hablaron en un tono pretendidamente informal. Se preguntaron por sus familias, sus ocupaciones. Ambos buscaron mostrar lo bien que estaban. La mentira los involucraba a los dos en una actitud estúpida para dos que se conocen lo suficientemente bien.Al cabo de varias cuadras empezaron a surgir los reproches, comentarios hirientes, y las miradas directas a los ojos. Después vinieron los abrazos y el llanto conjunto de ambos. Una situación nunca imaginada entre personas que se quisieron durante mucho tiempo, que se odiaron, se humillaron, se lastimaron, y se hirieron con la distancia, la indiferencia, el orgullo, el egoísmo.El extrañaba los abrazos de ella, y también sus caricias, la suavidad de su pelo, su mirada franca y sus chistes tontos. Ella añoraba sus besos, su forma de abrazarla con intensidad, su compañía y la complicidad que los unía en la cotidianidad de sus días. Por breves instantes volvieron a sentirse inseparables. Sin embargo, sólo fue un oasis en medio del desierto de ese día caluroso.Hacía mucho calor, en efecto. Entre las calles sudorosas de una ciudad semi vacía se fueron reencontrando después de mucho tiempo. El intentó besarla en cada esquina, pero ella no lo dejó. Sabía que él estaba en otra historia y que aunque ese momento fuera mágico, nada, nunca, volvería a ser como antes.Estuvieron largo rato juntos. Se dijeron muchas cosas. Se callaron otras tantas. El se fue llorando como nunca antes lo había hecho, ni cuando se separó su grupo favorito, ni cuando volvió a reunirse, ni cuando falleció su padre. Le costó recuperarse de ese momento, y durante días no pudo sacar el recuerdo de ese momento. Se quedó tanto o más confuso que ahora, frente a un simple "te amo, no puedo evitarlo". El mensaje lo remontó también hacia ese día, y también lloró

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