viernes, 8 de enero de 2010

No importa

Ni el frío intenso, ni la lluvia torrencial, ni el viento arremolinado y violento. Ni el sol intenso ni la nubosidad creciente, ni el granizo imprevisible. Si nieva o no nieva. Las calles desiertas, el aglutinamiento, los piquetes, el paro de transportes, las suspensiones y cancelaciones de servicios. El aumento del costo de vida, el colectivo que se va cuando justo estás llegando a la parada. Ni la falta de monedas, ni la escasez de billetes. La inflación, la gripe porcina, la sobrevaluación y el desabastecimiento del alcohol en gel. El cierre de los cines, la cancelación de las funciones teatrales y los espectáculos públicos, las liquidaciones de invierno, las llegadas tardes continuas. Si me olvidé de comprar la sal, si no hay café y este mes no fui al supermercado. Lo que imaginé, lo que soñé, lo que esperé. Los amigos que ya no están, los compañeros que se fueron, los familiares que son los actores secundarios de esta historia. Ni el tiempo perdido, ni el apuro, ni los deseos, los proyectos, los planes. Los viajes que hice, las fotos que saqué, los paisajes que admiré, los lugares que visité. La gente que quise, la que odié, las lágrimas que derramé. Ni los recuerdos que atesoro, ni los que se escaparon. Ni lo que viví ni lo que queda por vivir. Ni el dolor, ni la muerte, ni la tristeza. Ni las palabras dichas ni las no dichas, ni los pensamientos, ni los sentimientos, ni las sensaciones. La primavera, el verano o el otoño. Ninguno de los continentes, de los territorios allende los mares. Ni los libros, ni la música, ni la fantasía, ni la realidad. El día o la noche. Los problemas, las virtudes. Las risas, la nostalgia, la ira, la decepción. Las decisiones acertadas y las erróneas. Vivo por obligación. Nada, ya no me importa absolutamente nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario