jueves, 19 de julio de 2012

Invariable

Es cierto que quisiera gritar. Quisiera gritar hasta quedarme sin voz. En cambio, callo. El silencio me anuda la garganta, me vuelve sombría, me llena de melancolía. No traducir en palabras los pensamientos que fluyen en mi cabeza me atormenta. También sé que de nada me serviría soltar argumentos incomprensibles para el resto.
Volví a caminar como desesperada por las calles de la ciudad. El viejo recurso que durante un tiempo me acompañó cuando pretendía evadir mis pensamientos fue la metodología natural que encontré. Todo me es ajeno. La gente, los ruidos, los lugares. Lo único importante es no detener el movimiento. Lugares que no conducen a ningún lugar.
Reflexiones absurdas que asfixian. La sensación de desamparo parece no tener fin. El poder sobrenatural de las emociones es capaz de convertir el más pequeño de los dolores en una gran marea de tristeza en la cual dejarse caer con violencia.
Los pies no duelen. Duele el alma. Las calles se agotan, y marcan el final del recorrido. Nada vuelve a su lugar, sin embargo, todo sigue como antes.

lunes, 9 de julio de 2012

Pasa-Do

El ánimo disminuido. Está chiquitito y acurrucado en algún lugar del ser. El corazón está un poco atrofiado, y si bien late con la fluidez natural, se siente un poco pesado y tan estrujado como si fuera una pasa de uva.
A lo lejos se percibe a la gente que viene y que va. La calidez de otros tiempos parece escabullirse y el entusiasmo retrocede cada tanto unos pasos más. Todo es tan lejano, tan distante, que parece inverosímil.
Las vivencias que en ocasiones recaudaron risas y energía, que alimentaron el espíritu y parecieron llevarlo hasta lo más alto, de pronto, se desvanecieron. Caricias en el alma que se las llevó el sepia del tiempo que sin ser tan remoto, de pronto, se volvió obsoleto. Una sensación de vacío que la nostalgia no puede ocupar. Un desgano que se apropia del futuro incierto y que deja como resultado una desilusión creciente.
El viento siempre se ocupa de borrar los recuerdos como se barren las hojas amarillas que cubren las veredas en otoño.
Todo pasa. Eso dicen. Compruebo que es cierto.