viernes, 8 de enero de 2010

Capítulo VI. La estafa.

El desconcierto haya sido acaso la primera sensación que se manifestó después del impacto de la novedad. No supo qué hacer ni como reaccionar. Extrañamente cuando se cree que no hay más margen para que algo empeore las cosas, el destino se ocupa de que no falten las sorpresas. No fue suficiente con destrozarle el corazón, con tirar abajo el mundo que habían construido. Por algún motivo, él sintió la necesidad de arrasar con todo, con absolutamente todo lo que tenía que ver con ella. Sin embargo, se ocupó muy bien de preservarse y asegurarse el futuro."Eras vos o yo... Y obviamente, me elegí a mi", le dijo al cabo de un tiempo. Esa respuesta no fue lo que ella esperaba, y tampoco le sirvió como argumento para explicar las cosas. Ella no lo conocía de ese modo, y no podía entender por qué todo había sucedido de ese modo. Ya le resultaba difícil seguir herida en lo más profundo de su ser con sentimientos que ella creía eternos, mucho más le costó entender la estafa, el fraude, el robo, la apropiación ilícita, el doble engaño. Cualquiera de las formas que eligiera para llamar el hecho de que él se quedara con lo que le pertenecía a ella no hacía más que aumentar el dolor, la incomprensión, la tristeza y el abismo que ahora los separaba.La falta de respeto fue quizás lo que más le dolió. No tuvo cuidado con ella. No cuidó su imagen frente a los conocidos. No tuvo reparos en elegirse absolutamente en todo y olvidarse de ella entretenido en una nueva circunstancia que lo entusiasmaba más, que lo hacía sentirse liberado y feliz. No estaba dispuesta a soportar más humillación que la que recibió con la suma de sus acciones y con su indiferencia. Cualquier intento que hiciera para lograr una respuesta o un gesto, carecía de sentido, de modo que se alejó definitivamente. No volvió a llamarlo. No volvió a buscarlo, no quiso verlo. Pasaron meses, días eternos que se hicieron insufribles, pero aún así no quiso volver a saber de él.El, por su parte, creyó que una vida nueva comenzaba. Se sentía feliz y ningún atisbo de culpa o remordimiento asomaba en su conciencia. Pero el destino se ocupa de todo, o casi, pero también se ocupó de él.

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