El Gran Hermano

Hoy escuche a un tipo llorando por radio. El dengue mató a su mujer. O por lo menos, aseguró que eso le dijeron los médicos. En medio de los llantos, el periodista intentaba preguntarle si alguien le había dicho que en realidad podría ser otra la causa del fallecimiento. El tipo lloraba y denunciaba. Decía que la gente se muere de dengue en Salta. Pero en realidad decía otra cosa. Decía que los hospitales no tenían infraestructura. Que las autoridades dicen que fumigan pero que en realidad pasó una sola vez algo que llamaban avioneta apenas rociando con un líquido vencido. Etc... etc... etc... Mientras el relato, desgarrador, por cierto, continuaba su curso desesperado, era imposible no pensar que el hombre lloraría hasta que las lágrimas se le secaran y entonces todo seguiría como antes. Su idea despiadada, audaz, consistía en aprovechar que un medio de Buenos Aires iba a escuchar su voz impune por el dolor, y que la verdad saldría a la luz y el hombre, por fin, habría reivindicado la muerte de su esposa. Escuché el relato. Pensé, pobre hombre... nadie va a hacer nada. Mientras, ya los diarios reflejaban la versión del gobierno que desmentía al dengue como causante del fallecimiento de la mujer. Números, sólo importan los números... cuánto más o cuánto menos puede representar una muerte por dengue hoy? Nos están mintiendo. Con los números que quieren. Con la realidad que nos inventan... Y cómo no pensar en los artificios de un sistema como los del Gran Hermano. Uno termina por aceptar que no puede haber otra alternativa que la que el mismo sistema ofrece.Todo es una realidad virtual... incluso estas palabras.... Y mientras las pensaba miré la hora. Llegaba con retraso. Aceleré la marcha. El tipo con el llanto, la gente contagiada por dengue, los muertos por la enfermedad, la injusticia social, la desocupación, la pobreza, todo se desapareció en unos instantes. La tarjeta pasó. Ya estoy en el trabajo, dispuesta a sumergirme en otra realidad virtual, donde también me mienten con los numeritos.