viernes, 8 de enero de 2010

Capitulo II. El.

Al cabo de un rato se levantó. Dejó la cama revuelta, guardó el teléfono en el bolsillo y fue a la cocina a prepararse algo. Puso la pava en el fuego, mientras esperaba a que el agua llegara a su punto de hervor, buscó una taza y un saquito de té. Cuando abrió la puerta de la alacena vio que todavía había yerba en un paquete ya arrugado en su envoltorio. El no tomaba mate, había comprado ese paquete cuando ella le dijo que quería reemplazar el café por el mate. En esa ocasión, y tan presuroso como siempre, él procuró complacerla y consiguió un mate de cerámica, una bombilla metálica y compró ese paquete de yerba. Desde que ella se fue, nunca nadie más volvió a abrir ese paquete. Sus pensamientos volaron otra vez como un flashback. El tenía la teoría de que mientras hubiera vida había que seguir adelante. Con ese criterio se cuidó siempre de no dejarse apesadumbrar por nada. No fue difícil para él sacarla de su vida, porque la vida sigue y si no da para más, no da para más y punto. Toda la situación le dio nostalgia. De repente, luego de bastante tiempo sin noticias suyas, ahora la tenía otra vez presente en su cabeza. La tenía en su teléfono a través de un mensaje reveladoramente perturbador. Te amo, no puedo evitarlo. Estaba ahora en su alacena a través de un paquete arrugado de yerba mate que seguramente ya debería saber a humedad. Miró a través de la ventana y se perdió en sus pensamientos mientras veía a la gente correr bajo la lluvia, caminar apresurada entre paraguas que se daban vuelta con el viento o se chocaban bajo la vereda angosta. La pava emitió su silbido.La computadora estaba prendida. Un sonido le comunicó que uno de sus contactos quería hablarle. Era su novia actual que estaba en su trabajo y quería saber si ya se había levantado y que le pasara el reporte de lo que había hecho hasta ese momento. No tuvo ganas de responderle. Se sintió acorralado entre el pasado y el presente. Más tarde le contestaría que se estaba bañando y por eso no había podido escribirle antes. No era la primera vez que le mentía. El ya se había acostumbrado a ir dosificando diariamente pequeñas cuotas de mentiras que él consideraba inocentes. En realidad no quería sentirse invadido, y la única alternativa que encontraba era inventar que hacía cosas u ocultar otras para no dejarse atrapar del todo por aquella mujer que mostraba rasgos posesivos.Probablemente no la quería profundamente, seguramente no estaba enamorado. Con el tiempo él entendió que ese sentimiento está más asociado a una expresión de deseo de juventud que a un real entusiasmo por otra persona. En el fondo, no se sentía con capacidad de amar. Se conformaba con sentirse acompañado. Es cierto que fantaseaba a veces con encontrarse en una situación idílica con su pareja, sentirse amado y sentir que su corazón desbordaba de pasión, de locura, de amor. Quería una familia feliz y con varios hijos. Pero sólo era una idealización, internamente sabía que no tenía la madurez para estar al frente de un núcleo que incluyera mujer, hijos y responsabilidades. A veces se sentía muy bien con su chica, pero otras sentía que su relación era más por soledad y por capricho que por amor. Ahora que había recibido un mensaje, que volvía a acordarse de aquella persona con la que tantas veces habían compartido los mismos anhelos, no estaba seguro de ignorar el mensaje y hacer de cuenta como si nada. No estaba seguro de si la vida que tenía era la que realmente quería y si quería a la mujer con la que estaba. Demasiados interrogantes para una mañana gris. No pudo alejar esos pensamientos. Todo ese día estuvo nostálgico y triste. Revolvió unos cajones hasta que encontró el cuaderno de viaje del último viaje que realizaron. Leyó cada una de sus palabras día por día de un viaje de diez días. Revivió emociones, y hasta le pareció escuchar que resonaban en su cabeza y en su corazón aquellas palabras que aparecían allí plasmadas. Fue un viaje casi perfecto, solo que entonces, ya estaban separados.

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