viernes, 8 de enero de 2010

Minimo y vital

Había contado los días. El transcurrir de cada uno se hacía espaciosamente lento. Lo añoraba. Lo esperaba. Lo deseaba. Había puesto muchas expectativas en él. Seguramente más de las necesarias. No podía imaginar que todo resultaría diametralmente opuesto a lo esperado.Desde siempre me habían enseñado el respeto por las obligaciones. La responsabilidad era un parámetro que no admitía cuestionamiento. En eso no se podía ser mediocre. No se es responsable a medias. O se es, o no se es. Y a mi siempre me habían inculcado que debía serlo. Con esa mochila sobre mis espaldas empecé a transitar todas y cada una de las instancias de mi vida. Primero el colegio, luego el trabajo. Cual caracol con su casita a cuestas, me encontré de repente arrastrándome de cansancio, de abatimiento, de desaliento, pero con un concepto muy claro. Así como el molusco no puede abandonar su hogar, yo no podía quitarme la responsabilidad. Desde la cuna me habían convencido que todo esfuerzo tendría su recompensa.Entre la cigarra y la hormiga, era evidente que había que seguir el ejemplo de la segunda y condenar a la primera. Cualquier ámbito en el que se asumía un compromiso implicaba una palabra empeñada, una obligación por cumplir, una responsabilidad ineludible. Nunca viví en un castillo de cristal. Más bien todo lo contrario. Pero la realidad fue más cruel de cómo me la habían pintado. Había hecho todo lo que correspondía. Con valores que, en un mundo hipócrita, muchas veces no sirven para nada, había puesto toda la responsabilidad y el compromiso que estaba a mi alcance. No esperaba una traición. No la merecía tampoco.Pero allí estaba él. Quizás también haya estado esperándome. Supongo que habrá disfrutado desde antes al imaginar mi cara de decepción. Era algo más que una burla del destino. Era una falta de respeto en mi propia cara. No tuvo pudor. No tuvo códigos. En un segundo el castillo de arena se desmoronó. Supe que me habían mentido cuando me dijeron que cosecharía lo que sembrara.Chiquito. Flaco. Muy delgado. Casi imperceptible. Casi irreal. Destartalado. Desangelado. Débil. Escaso. Mentiroso. Irrespetuoso. Indiferente. La espera había llegado a su fin. El último de los días del calendario marcaba que efectivamente ése era el día de su llegada. En eso no había mentido. El caradura se regocijaba sabiendo lo que su presencia significaba. Había echado por tierra todas mis expectativas. Tuve que mirarlo varias veces para reconocerlo.Pero con la verdad frente a mis ojos, no me quedó otra que aceptarlo. Ese, que estaba ahí, ése, era mi sueldo.

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