sábado, 3 de abril de 2010

Roedor

Todos los días carcomiendo sobre lo mismo. Ser un fantasma de presencia constante. Una sombra que no se va, una luz que no se termina de apagar. Silencio ruidoso, torturante. Vale más que mil palabras. Espectro ambulante que recorre cada rincón. Telarañas pegajosas de las que no se puede escapar.

Todo estaba en ruinas. Las paredes desvencijadas, evidentes manchas de humedad. Invasores monstruosos que se aprovechan del desgano. Empezar por ningún lado cuando todo acabó. Esperar el derrumbe para convertirse en indigente de la propia existencia.

Ratones asquerosos que dan cuenta de la miseria, del abandono, de la inmundicia. Deshechos de una vida que no llega a su fin. No hay tiempo para resucitar, los roedores están comiéndome a mi.

1 comentario:

  1. Tortuoso dolor del que nadie puede escapar. Elegir el descarne a la desolación de un corazón que tiene la obligación de latir. Una especie de eutanasia.

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