miércoles, 16 de febrero de 2011

Viaje

Me preguntó con qué personaje me identificaba. Mencionó una película que apenas podía recordar. Es cierto que era un clásico del cine argentino, y un entrañable film para la mayoría del público común y corriente. Pero lo cierto es que nunca me he reconocido como demasiado común ni demasiado corriente. No porque fuera algo extraordinario, sino por estar siempre un escalón más abajo que el resto.
No le presté demasiada atención, pero le respondí con honestidad. Seguramente esperaba una respuesta graciosa. Todos los personajes eran simpáticos en ese largometraje que apenas puedo recordar. En cambio, mi afirmación bien hubiera valido para que los miembros de la escuela de psicólogos de la ciudad se hiciera un gran banquete. "Con la muerta", le respondí.
Sus ojos expresaron sorpresa. Después, pensó unos instantes y repitió "Con la muerta... y por qué con la muerta¨. "Porque estoy muerta", le dije.
Reflexionó unos instantes, no muchos, pero sí los suficientes para saber que el diálogo no sería lo demasiado fructífero. No obstante, insistió un poco más: ¨qué haría que te sintieras viva?"
Le dije que si tuviera que pensar en una película, la sensación que esperaría sentir sería similar a la de Héctor Alterio en Caballos salvajes. Sí, esa sensación de que vale la pena estar vivo.
No se lo dije, o tal vez sí, pero de pronto me di cuenta que hacìa mucho que no tenìa expectativas, ni sorpresas, ni algo que me movilizara lo suficiente para sentirme viva. Hice una cuenta mental del tiempo que hace que no me voy de viaje hacia algún lugar que me permita sorprenderme y sentirme agradecida de conocer bellos paisajes. Me vi ahì en mi cajón, vi los personajes de la película llorando (o simulando que lo hacían) y me ví inmovil, callada, dura, quieta, tanto como ahora a pesar de los movimientos que sì puedo ejercer con mi cuerpo.
Supongo que adivinó mis pensamientos. Casi sonriente, y un poco cómplice, me dijo, "yo tengo la solución, algo que te va a hacer sentir viva". Sacó de su mochila un recipiente circular que contenía en su interior el pasaje hacia destinos imaginarios. Pero ése no era el viaje que yo esperaba. Me quedé en mi cajón, pero él se fue de gira.

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