sábado, 19 de febrero de 2011

¿Moda?

Así como lo fueron las canchas de paddle, los parripollos, los locutorios, este negocio también prospera. No sé si es cuestión de moda, tendencia, necesidad, inconsciencia, falta de valores, banalización, carencia de escrúpulos o simple torpeza.
El todo por dos pesos marcó una época, es probable que las medialunas del abuelo también. Ahora la onda parece haber inundado las calles de la ciudad con pequeños panfletos berretas que ofrecen servicios sexuales propiciando la prostitución. Antes algunos hombres distribuían discretamente (o no tanto) algunos folletos a otros hombres que circulaban por algunas avenidas porteñas. Pero si algo quedaba de simulo en aquellos gestos rápidos de reflejos, ya esa metodología no parece rentable.
Hombres de cualquier edad, jóvenes, mayores, de escasa condición o no, allí van con pegamento en una mano y volantes en la otra. Los escasos teléfonos públicos que quedan son un destino obligado, pero no se salvan los postes de los semáforos, las persianas de los locales, los cestos de basura. Deliberadamente pasan primero el pegamento, luego la hilera consecuente de volantes. No pasará mucho tiempo hasta que pase otro volantero haciendo el mismo trabajo pero ofreciendo los servicios en otro lugar, o con otro teléfono, o con otra imagen. La competencia es feroz. De vez en cuando alguna mujer se indigna y arranca todos los volantes de una vez con la firme convicción de que aunque sea una lucha perdida, por lo menos hace su contribución en contra de la prostitución.
Por un lado abundan los programas que hablan de la trata de blancas, de la insuficiente legislación para terminar con los delitos vinculados a la esclavitud sexual. Por otro, se vuelve tan natural convivir en el paisaje de la ciudad con una oferta sexual que abruma. No es sólo una cuestión de moda, seguramente la ambición es protagonista.

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