lunes, 21 de febrero de 2011

Algo

No ha sonado ni una sola vez en meses. Tan solo un adiós, y avanzar con pasos inseguros sin volverse a mirar. No hay futuro, y ya no queda nada del pasado. No supo desde entonces el rumbo que tomaría cada día buscando una respuesta que la ayudara a seguir. No supo qué fue de él, nunca se animó a averiguar. Se fue llevándose todo. Absolutamente todo. Pensamientos confusos, recuerdos inútiles, ironías innecesarias.
Se dijeron adiós y sabían que era definitivo. Aunque lo esperaba, sabía que nunca volvería. Y no quería que lo hiciera. Pretendía odiarlo, aunque en su interior sabía que el amor era infinito. Su vida se acabó en ese instante que ya nunca retornaría. Probablemente ese instante trágico ni siquiera haya tenido que ver con él. Fue una revelación. Supo que su existencia comenzó en la suma de momentos que fue descubriendo a su lado. A pesar de su ausencia supo de su risa constante, de su sueño hecho realidad, de su felicidad instantánea y permanente. Supo del vacío irremediable que jamás podría volver a llenar, de sus fracasos crónicos y sus éxitos contundentes. Su despreocupación y sus ideas acérrimas, su facilidad para el olvido, la simplicidad de su egoísmo.
Silencio fantasmal. Ausencia. Adiós.

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