sábado, 2 de abril de 2011

Furia

Escribe rápido, como si quisiera sacar con furia las palabras que se le atragantan irrefrenables y confusas. No conoce otra forma de gritar silenciosamente. Sabe que todas esas frases se pierden en el mismo momento en el que las deja salir. Nadie más las leerá. Ella imagina que le cuenta sus pesares a alguien que la escucha, porque ya no tiene a nadie que la escuche. Ni ella misma quiere escucharse.
No tiene habilidad para escribir frases geniales. También perdió la claridad que tenía en otro tiempo su escritura. Son sólo frases que arma como si recortara las palabras de un diario y las pegara en una hoja. No es un mensaje anónimo ni es una amenaza, ni tampoco es la tarea del colegio. Es un instante desesperado en el cual necesita simplemente sobrevivir.
Todo lo que escribe termina en la basura. Siente que todo lo que le pasa no es nada más ni nada menos que eso, residuos de una vida que si hubiera podido elegir, hubiera seleccionado otra. Pero es la que le tocó y no sabe qué hacer con ella.
Su vida es un invierno. Fría, gélida. Permanece congelada en el tiempo. No deja de tiritar de miedo, de inseguridad, de fracasos que le generan escalofríos continuamente. El castañetear de sus dientes se escucha como una melodía agobiante que se vuelve insoportable cada vez. Es una vida gris, lacerante, desolada, como la noche más fría de julio.
No se hace preguntas existenciales. No cree en milagros. Ya no tiene esperanzas. Lo único que la desespera es no saber cuándo llegará el final. Sabe que la primavera nunca brillará. Sus ojos grises no pueden percibir otra gama de colores. No siente la calidez de un abrazo, ni la tibieza de los afectos. Descubrió que nada de todo eso existe, que las personas se dejan engañar con la fantasía de cariños que no existen, valores que se traicionan, compañías virtuales que esconden individualidades francamente egoístas. Ella no puede con todo eso. Nunca supo disimular lo que sentía. Pecó de ingenua infinidad de veces. Ha sido torpe otro tanto. Y se quedó sola definitivamente cuando descubrió que ya no podía confiar en nadie, ni siquiera en ella misma.
Ahora escribe con rapidez. Una palabra, otra, frases inconexas, sin sentido. Furia. Dolor. Tristeza. Cobardía. Soledad. Angustia. Desesperación. No relee lo que escribe. Todo se reduce a un montón de papeles arrugados cuando descubre que las palabras también la traicionan.

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