sábado, 2 de abril de 2011

A donde vas cuando no tenes escapatoria?

¿A dónde vas cuando no tenés escapatoria? Se hizo esa pregunta cientos de veces. Nunca encontró otra respuesta más que permanecer inmóvil esperando a que el final suceda. Se pasó años recorriendo el mismo camino para llegar siempre a los mismos lugares. No le encontraba sentido a veces, es cierto. Pero nunca se atrevió a encarar otro destino, o no supo cómo hacerlo.
Ahora está allí sentada, con sus pensamientos desparramados por cualquier lado. Se siente desamparada y sola. Sabe que no tiene escapatoria. Intenta que la música la aturda. Pone la radio a todo volumen. Escucha las canciones pero no les presta atención. Llora, como siempre llora. Es como una niña pequeña acurrucada en un rincón purgando una penitencia por haber cometido una travesura. ¿Cuántas veces va a sucederle lo mismo? Innumerables.
Dicen que el camino del dolor hay que atravesarlo una sola vez. Pero ella no puede dejar de ir y volver por ese trayecto. Está como atrapada en un laberinto inmenso que la agota, la consume, la neutraliza.
Está perdiendo todas sus oportunidades. Ya ha perdido bastantes. Si sólo se tratara de suerte, el azar nunca la acompañó. Si se trata de accionar, nunca sabe qué hacer, y sus elecciones no han resultado afortunadas. Se ha quedado inmóvil desde hace tanto tiempo, que no sabe ahora cómo seguir. Como hace tanto que no lo sabe. Se ha dejado estar. Anduvo dando vueltas en círculo, pretendiendo llegar a un lugar distinto. Nadie la acompaña, y se siente perdida.
Nadie podría acompañarla tampoco. No sabe estar en soledad, y no sabe dejarse acompañar. Ahora, mientras la música suena. Mientras afuera hay un sol radiante. Ella está ahí, viviendo la noche de su vida, y preguntándose una vez más, a dónde va a ir, si ya sabe que no tiene escapatoria. Y la respuesta está ahí mismo, en esa actitud pasiva, resignada. No va a ir a ningún lado. No tiene monedas para el colectivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario