lunes, 5 de julio de 2010

Tecnologia

Cuando lo obsoleto pierde fuerza hay sin embargo una fuerza que lo hace permanente. Recuerdos que no se van. Objetos que no se tiran. Cambios que se dilatan.
Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada, diría Charly. Es difícil desatar los nudos que nos ligan a cosas, personas, sentimientos, sensaciones que nos atraviesan y sin embargo siguen su rumbo.
Desapego a lo material dirán los budistas y seguidores de filosofías orientales, y no tanto. Aferrarse a los propios objetivos y seguir adelante, impulsarán los adeptos a los libros de autoayuda y el marketing de uno mismo.
Confusiones del ser y sus circunstancias. Deambular entre extremos o afiliarse al partido del centro, un gris que se mantiene entero frente a cualquier ataque. Mecanismo de defensa cuyas barreras de contención a veces permiten filtraciones y toda la estructura tiembla.
Renovar la tecnología es empezar por algún lugar. De alguna manera obliga a cambiar la cabeza, procurar nuevas destrezas, aprender nuevas habilidades. Atravesar el túnel del tiempo de apenas un par de años. Todo lo necesario para el confort de la vida moderna al alcance de la mano. Necesidades que luego serán reemplazadas por otras. Satisfacción momentánea con fecha de vencimiento, probablemente anterior incluso que la última cuota de un plan de pagos. Curiosa forma de adquirir realización personal.
Comprender la necesidad de renovar los objetos que nos rodean nos lleva a entender que a veces es imprescindible el cambio en el entorno. Las personas que nos rodean ya no son las mismas que nos rodeaban tiempo atrás, ni serán las mismas, probablemente que nos acompañen después. En algún lugar los senderos se bifurcan.
No es fácil identificar el preludio de la separación. Pero tanta renovación me invita a alejarme de vos.

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