viernes, 4 de junio de 2010

Truman

Pocas imágenes han quedado tan registradas en mi memoria como aquella. Tal vez no sea muy significativa en sí misma, pero lo es por lo que representa. Un tipo que simplemente se detiene unos instantes, duda pero finalmente se decide y con firmeza abre la puerta y sale.

Qué significa ese instante en el que la persona se para frente a una pared, luego descubre que hay un picaporte, y al advertir que es una puerta, duda. Qué le dispara esa duda respecto de eso que está viendo, y qué lo impulsa a abrir la puerta y salir. Lo que no se cuenta es qué hace cuando está del otro lado. Cuáles son los pasos que sigue.

Muchas veces me ha sucedido sentir que estoy frente a una situación límite, frente a una puerta cuyo picaporte no me animo a tocar. Muchas veces me he quedado atrapada pensando cuál sería la salida, y si efectivamente esa era la salida. No he tenido ni la resolución ni la firmeza, me agoté en la duda, la indecisión, y el miedo.

El miedo paraliza, es cierto. Enloquece a veces. Me he visto tantas veces frente a una pared sin llegar a distinguir la puerta. He visto la salida y no me he atrevido a cruzar el umbral. Elegir por miedo. Miedo a elegir.

Truman vive un mundo distinto. Su realidad es otra. Nada de lo que sueña es un sueño real, nada de lo que imagina está librado al azar. Todo está previsto, diagramado, diseñado en función de las expectativas de los demás. Hay una planificación encubierta donde cada quien cumple un rol. Toda su vida ha sido un engaño. Sin embargo, frente a la puerta, Truman se decide a dejar ese mundo de fantasías. Desafía su destino. No sabe qué hay del otro lado de la puerta. No sabe cuál será su futuro. No tiene idea de qué va a hacer en esa realidad que será más real. Se anima, abre la puerta y simplemente sale.

No se ha sabido qué sucedió luego. A nadie le importó tampoco. Truman es un mediático al que todos espían para no animarse a mirar la propia vida y aplicar los correctivos que correspondan para llegar a un resultado mejor. Es más fácil mirar la vida ajena y juzgar desde la cómoda butaca que está frente al televisor. Meras distracciones. Refugios que nos muestran lo que queremos ver.

Truman simplemente abrió la puerta. Dejó de lado la rutina conocida, la gente que hace y dice siempre las mismas cosas y que luce sonrisas artificiales. Yo, a diferencia de Truman, sigo sometiéndome a tormentas implacables que me paralizan. No tengo su firmeza, pero sé que hay un ojo que me está mirando.

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