viernes, 25 de junio de 2010

Bubuzuelos

Todos embobados. El mundo es una pelota y la pelota es un mundo hiperreal. Nos topamos con ese mundo globalizado a cada instante. Fanatismo extremo que algunos critican y otros asumen. Espacio de libertad donde todo lo que tenga que ver con la redonda, esa que tiene un nombre que me recuerda a un jacuzzi, pero que en realidad parece que es menos confortable porque dicen que no entra en el arco, y eso, lejos de descontracturar como si fuera un spa, crispa los nervios de más de uno.
Allí están todos. Hombres, mujeres, niños, ancianos. Los únicos discriminados son los que falsamente pretenden abstraerse de esa efervescencia díscola y descomunal. Todos opinan. Todos saben. Todos miran. La ñata contra el vidrio de los trabajadores que no pueden pagarse la consumición y miran la tv desde afuera. La fiebre consumista que se cura con un LCD en cincuenta cuotas. Todos locos por el fútbol. Con frío, con curiosidad, con esperanza... y en el peor de los casos, con desolación y tristeza. Ilusiones rotas en apenas 90 minutos, siempre y cuando no haya alargue porque entonces la esperanza y la agonía se prolongarán por un rato más. Lágrimas de emoción ante un veterano jugador que confirma el eslogan de la marca deportiva que dice que nada es imposible.
Ser y pertenecer a esa especie mundialista que son los fanáticos exitistas elevados a la máxima expresión. Licencia que una vez cada cuatro años nos llena de bubuzuelos por todos lados. Prode entusiasta que sube y baja posiciones, competencias entre preferencias, negocios monumentales, información geográfica, cultural, social y una música comercial que martilla las cabezas más intensamente que el pajarito de Twistos. Finalmente, la pelota es redonda y sigue girando. La gloria es pasajera, y la decepción, también.

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