martes, 5 de junio de 2012

Frío

La noche cae sobre la ciudad, y el viento que soplaba apenas tenuemente, cobra una leve intensidad, y hace mover las escasas hojas que aún están prendidas a los árboles. Las luces artificiales proyectan sombras en las veredas, que en la soledad del anochecer, se vuelven tenebrosas.

Divagar de pasos y pensamientos. Sentimientos noctámbulos que fluyen en la confusión de silencios y oscuridad. Secretos jamás develados acompañan el caminar agitado, huyendo de una realidad que agobia.

Pequeños brillos intermitentes asoman en el cielo negro. Son faros en medio de la desesperanza. En un código ininteligible señalan recorridos posibles. Es un juego perverso que atrapa. El cuerpo se estremece a causa del frío helado que se intensifica junto a la densidad de la noche, o tal vez frente a la confusión de un destino que se vuelve irremediable.

Cuando está oscuro, todo se ve oscuro. La ciudad anochece, se apaga, se silencia. El vacío inunda las calles, y mi alma también.

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