viernes, 5 de marzo de 2010

Implosión

Es una idea. A veces un capricho. Una ansiedad. Una mezcla de desesperaciones. Angustias incesantes que en la búsqueda por darles una salida y dejarlas escapar por fin, se hacen más profundas, más enrevesadas, más macabras.
Ya no recuerdo como era entonces. Como si la vida recomenzara cada vez en un instante mísero de recuperación o pérdida definitiva. La elección es evidente. Dar una y otra vez la cabeza con la misma piedra supone cierto goce que no alcanzo a comprender. Me desconozco. Todo el recuerdo que tengo de mí es este ser que hoy se encuentra oculto en una maraña indescifrable de máscaras lamentables que no alcanzan a esconder la patética imagen que se trasluce a través de mis facciones, de mi piel.
Desesperación, ansiedad, vergüenza, fantasía, realidad, irracionalidad. No podría describir el instante en el que se produjo la metamorfosis. La autolástima de la cucaracha de Kafka, tan patética como irremediable. Acercarse lo más lejos posible de la gente. Un gusano que nunca llega a mariposa. Un insecto que no sabe qué hacer con las alas. Una naturaleza sofocante que conduce una y otra vez hasta el mismo pedestal que se erige magnánimo e indiferente, a cuyos pies se elaboran súplicas y rezos que nadie va a escuchar.
Las mismas preguntas, la misma falta de respuestas. Acciones inexplicables que no pueden sostenerse y que sin embargo contribuyen un poco más a la autodestrucción. El ataque suicida nunca termina de ejecutarse. Dolores conocidos, errores repetidos, burbuja permanente. Decadencia absoluta. Dónde fue tu fortaleza, qué pasó con tu inteligencia, para qué tanta educación. Instintos perversos te llevan por caminos perdidos hacia ningún lugar. Espíritu errante, inconsciente, torpemente entregado a perecer. Sucede cuando la única opción de volver a la vida es la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario