sábado, 23 de julio de 2011

Insomnio

Es una noche fría con el insomnio como protagonista. El cansancio se hace sentir, pero aún así no se asoma siquiera la voluntad de cerrar los ojos. Una taza de te caliente me acompaña, y de fondo, algún personaje me interpela desde el televisor encendido. No le presto atención, poco me importa lo que haga para que me concentre en él, mis pensamientos están muy lejos. No es una lejanía física, es temporal.
Todo mi ser funciona por inercia. Me pregunto dónde quedaron mis signos vitales, aquellos que se encendían de entusiasmo ante una nueva expectativa. Miro mis manos heladas y siento en ellas la resignación.
La luna, afuera, también está en soledad. Por momentos pienso que me observa, sin embargo un instante más tarde me río de la ridiculez de la ocurrencia. La oscuridad que la rodea, me envuelve. La humedad del rocío me hace tiritar. Hay tantas verdades que se desdibujan ante mi mirada confusa. La mezcla de niebla y cenizas del pasado me muestran fotos en sepia que creí olvidadas.
Quisiera borrar con el codo todo lo que escribí durante años. Nunca me di cuenta que la tinta era indeleble y que las huellas marcarían una trayectoria que ya jamás podría abandonar.
La infusión que sorbo casi con desesperación es un alivio para el clima gélido que me abruma, escaso bienestar que finaliza en el silencioso transcurrir de mis lentos pesares cristalinos. Perdí la noción del tiempo. Estoy condenada a morir en mi propio infierno. Algún juez maléfico se encargó de hacerme padecer mi castigo. Tal vez esté perdiendo la razón, pero sé que aunque es casi imperceptible, el fantasma de tu ser aún está conmigo.

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