martes, 12 de octubre de 2010

Desconocido

Insistió en hablarme. Su presencia me irritaba, y le respondí casi sin mirarlo. Sabía, ya lo había visto, que deambulaba de mesa en mesa tratando de ofrecer algunos productos que simulaban un trabajo artesanal pero que a simple vista podía advertirse el engaño.
Me abstraje de la situación y no levanté la mirada hasta que se fue.
Nunca he sido muy paciente, y con el tiempo mi intolerancia se disparaba hasta niveles inusitados. Me insistió. Varias veces volví a rechazar su presencia.
Creo que te conozco me dijo, e hizo un esfuerzo para mirarme a la cara, directo a los ojos. Por supuesto que volví a negarme, y otra vez le aseguré que no era así sin mirarlo. Bueno, está bien dijo con bronca. Para mis adentros lo putee, pensé que si yo no lo molestaba por qué tenía que molestarme él. Mientras lo vi alejarse, se dio vuelta para obtener una mirada general del lugar. Entonces lo pude observar con detalle. Después de tanto tiempo, después de tanto silencio, después de tanto dolor, allí estaba. El azar lo había traído una vez más hasta mis orillas, y de la misma manera lo dejé escapar. Se fue. Definitivamente nunca nos habíamos conocido.

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