sábado, 25 de septiembre de 2010

Roma

Todos los caminos me conducen lejos tuyo. No sé cómo voy a encontrarte, si sé que no estás allí. Te busco, en cada lugar te busco. Te busco, a cada momento te busco. Pero no sé dónde encontrarte. Sé dónde no estás, pero no sé donde sí puedo hallarte.
Cuando nuestros senderos se bifurcaron fue para siempre. No lo supe entonces. Y me cuesta asimilarlo ahora. Vas donde yo no voy. Estás donde no estoy. Opongo resistencias a los desvíos que me empujan muy lejos, pero de nada sirven mis intentos.
Tardes de sol pleno, brisas húmedas de nostalgia, crudeza gélida que lastima, sudestadas otoñales, todo da igual. El tiempo pasa, pero vos no.
He recorrido rincones inhóspitos de la ciudad. Me he enfrentado a mis temores más profundos. Sufrí tu ausencia de un modo desconsolado. Te esperé infructuosamente.
Ahora estoy cansada. Mis expectativas están difusas. Pero en el instante de lucidez que me queda, advierto que ya no recuerdo tu cara. Sé que no estás, que no sé nada de vos, que no voy a saberlo, y siento alivio por ello. Ya no sé dónde vivis, ni cómo sos, ni qué sentís. Desconozco si algún recuerdo te sorprende a veces. Ignoro tus deseos y tus caprichos, ya no comparto tus alegrias ni acompaño tus tristezas. Después de todo, no sé si alguna vez lo he hecho. Sólo sé que no estás, y que aunque no quiera, te espero. Aún cuando me asuste no reconocerte o tenga miedo de verte, aún cuando sé que no estás en Roma, y todos los caminos me conduzcan hacia allá, aún así te espero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario