sábado, 13 de febrero de 2010

Sin ti

Te extrañé. Te esperé. Tenía cosas para contarte. Muchas. Todas. Pero nada importante en verdad. Me devolviste una sensación que hacía tiempo no sentía. Pusiste distancia donde no la había. Te fuiste llevándote todo, y otra vez me quedé vacía.
Me guardé las anécdotas. Reservé nostalgias, conversaciones remanidas. Textos que quise comentarte, palabras que quise transmitirte, abrazos que se disolvieron en la espera, exigencias que no correspondían. Todo quedó escondido en algún lugar. No quise encontrar un teléfono. Le adjudiqué al cansancio el desgano de escribir. Dejé que las frases se perdieran en laberintos de pensamientos confusos, que el viento revolucionara mis ideas como lo hacía con mis cabellos. Tuve mi propio terremoto, soporté todas sus réplicas.
No estoy de pie. El sismo me arrasó. Una y todas las veces que pudo me sacudió dando vueltas todo a mi alrededor. Torbellino de crudeza. Desesperación, muerte y desolación. Sobrevivir aunque no haya fuerzas. Entregarse a los milagros de la naturaleza. Bipolaridad que atraviesa, que juega, que hace mella, que lastima, que perfora, que se rie a carcajadas. La tierra devastada me fagocita sin dejarme respirar. Desierto de esperanzas. Tristezas encarnadas. Ilusiones extrañas, fugaces, vanas.
Imagenes desgarradoras de un corazón abierto de par en par. Mutilación absoluta. Desangrada soledad. Desprotección inaudita, imposible de remediar. Indiferencia con preocupación virtual. Perdí la alegría, me deshice en lágrimas que volvieron al mar. Supe siempre que te irías, aunque no te dejo de esperar. No sé qué será de mí, pero mucho menos sé qué será de ti.

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