jueves, 27 de enero de 2011

Smile

Era pequeña pero con actitud de grande. Para esa época ya había olvidado lo que significaba sonreir. No recordaba tiempos que pudieran ser felices, la dureza de la vida se había manifestado demasiado pronto.
Estaba rodeada de hermanos, y también de mascotas. Había en la casa un espacio grande para jugar, y un par de árboles que servían como aditamento para las travesuras.
Hace esfuerzos por recordar aquel pasado. Revive aquellos ciruelos en flor, las frutas pequeñas que se van haciendo más grandes y más rojas con el correr de los días. Cuando maduraban, y caían al piso eran el alimento preferido por las gallinas.
El parral era el lugar que daba fresco a la casa. En las noches de verano sacaban la mesa afuera y cenaban bajo ese techo de hojas y uvas. En los días calurosos era habital que su madre se instalara allí a coser la ropa de sus hijas o encargos ajenos.
Como si se tratara de postales bucólicas, ella recuerda con esfuerzo aquellos fragmentos lejanos de su vida. No puede identificar el instante preciso en el que todo cambió.
Aquella madre paciente y entregada a sus quehaceres domésticos y al cuidado de su familia, se convirtió con el tiempo en un ser radicalmente distinto. Cuesta identificarla en aquel pasado que acaso haya sido feliz, aún sin que ellos lo advirtieran. La familia se desvirtuó y nunca nada volvió a ser lo que era.
Apenas consigue recordar, pero su rostro ya no se inmuta. Hace tiempo que perdió la sonrisa, y dicen, los que presagian, que ya nunca la va a recuperar.

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