martes, 19 de octubre de 2010

Portazo

No esperaba una torta de chocolate. Ni siquiera de crema. Los regalos, a causa de la decadencia de la economía, y los magros sueldos, sabía que serían escasos. Era un día especial, y sin embargo tenía un transcurrir similar a cualquier otro. La misma rutina, pesada, densa, dolorosa rutina.
Había que cumplir los horarios, verle la cara a la misma gente que en su interior no terminaba de reconocer como parte de su entorno. La incomodidad había empezado a carcomerlo desde el momento cero. La padeció, primero lentamente, languideciente. Después cada vez más tortuosa, insoportable desesperación.
Había aprendido a enfrentar siempre las adversidades de la vida. Pero no se sentía con fuerzas para enfrentar una causa a la que no le encontraba sentido. El cuerpo en un lugar y la cabeza en otro. Era lógico que no tolerara esa separación por mucho tiempo más. Necesitaba volver a ser uno.
Se preguntó secretamente cuánto hacía que no desafiaba sus propios límites. Sentía cómo el peso que llevaba sobre sus hombros se iba expandiendo por todo su cuerpo hasta convertirse en un cosquilleo inquietante. Tortura china, dirían algunos.
Instante deliberado en el que la decisión antes dilatada cobraba forma. Impunidad del acto inconsciente. Sensación irrepetible de libertad absoluta. Otra vez el síndrome Truman atacó con fuerza, y ya no hubo vuelta atrás.
El síndrome Truman es el momento mágico en el que el protagonista de The Truman Show, luego de padecer una feroz tormenta que lo puso al límite de sus posibilidades, descubre que en el horizonte había una puerta que lo conducía fuera del set de grabación donde todo el tiempo ojos indiscretos seguían el detalle de cada uno de sus movimientos. Su vida no era una vida como la de cualquiera, y todo estaba digitado desde la producción y la dirección. La puerta era una vía de escape, una salida a la realidad, un abandonar lo conocido y animarse a lo nuevo. Era un patear el tablero. Abrir la puerta y simplemente salir.
Hoy es su cumpleaños, y aunque no es Truman, decidió abrir la puerta y salir de esa zona gris en la que se encontraba. Seguramente se encontrará con incertidumbres, cuestionamientos, riesgos. Pero también una sensación de libertad amplia, enorme, hermosa como pocas. Es como andar en bicicleta cuesta abajo, sentir el frío del viento en la cara, vivir plenamente una fracción de tiempo que hace que todo valga la pena.
No esperaba que hubiera tortas, globos ni piñatas. Hubo un deseo, y él se encargó de hacerlo realidad.
Feliz Cumpleaños!

martes, 12 de octubre de 2010

Desconocido

Insistió en hablarme. Su presencia me irritaba, y le respondí casi sin mirarlo. Sabía, ya lo había visto, que deambulaba de mesa en mesa tratando de ofrecer algunos productos que simulaban un trabajo artesanal pero que a simple vista podía advertirse el engaño.
Me abstraje de la situación y no levanté la mirada hasta que se fue.
Nunca he sido muy paciente, y con el tiempo mi intolerancia se disparaba hasta niveles inusitados. Me insistió. Varias veces volví a rechazar su presencia.
Creo que te conozco me dijo, e hizo un esfuerzo para mirarme a la cara, directo a los ojos. Por supuesto que volví a negarme, y otra vez le aseguré que no era así sin mirarlo. Bueno, está bien dijo con bronca. Para mis adentros lo putee, pensé que si yo no lo molestaba por qué tenía que molestarme él. Mientras lo vi alejarse, se dio vuelta para obtener una mirada general del lugar. Entonces lo pude observar con detalle. Después de tanto tiempo, después de tanto silencio, después de tanto dolor, allí estaba. El azar lo había traído una vez más hasta mis orillas, y de la misma manera lo dejé escapar. Se fue. Definitivamente nunca nos habíamos conocido.